Alabado sea Jesucristo…
Las palabras de júbilo me recuerdan que la alegría es parte de mi herencia espiritual. Cuando hablo con alegría reclamo mi herencia de felicidad, paz y gozo.
Haga lo que haga, decido hacerlo con el corazón regocijado. Sé que recibiré más alegría de la que doy, pues tal es la ley divina: "Dad y se os dará. Una buena medida, apretada, sacudida, rebosante, os será puesta sobre las rodillas; pues la medida que deis será la medida que ricibiréis"
El gozo es como un río caudaloso: fluye constantemente de Dios a través de mí, uniéndome al júbilo de la gente que me rodea. Juntos envolvemos nuestro mundo en alegría. Dejo que la fuente de gozo fluya libremente desde mí, a fin de ser un canal abierto para una alegría aún mayor. A partir de esa alegría descubro que mis actividades son experiencias significativas y que los demás son mis amigos.
Saludo cada día con el corazón pleno de júbilo.