Hoy quise mirame al espejo.
Era aún de noche pero el día despuntaba por todas partes.
Y pude ver un valentin desconocido, irreconocible, de otro mundo.
Tenía la misma edad de un joven de 25 años y los atuendos de un joven de 25 años.
Parecía de 25 años.
Me refregué los ojos ante lo increible, y sentí la piel del valentin de verdad.
Entonces me reconocí en mi realidad de madrugada, y pude alividado constatar que el espejo que tenía en frente miraba un jovenzuelo ambicioso que esperaba con fruición algún paradero próximo para inciar el mundo que valentín ya había transitado.
En mis cien años nunca me sentí más rejuvenecido al poder engañar mi mente con sortilegios de madrugada, pero nunca me sentí más viejo al constatar mi realidad con sólo consultar mi reloj de cuerda.
La enseñanza del día:
nunca mires el espejo de los demas, porque de pronto estaís mirando el reloj equivocado.
Tomado de la red.