Soy tuya, Dios sabrá por qué, yo comprendo que habrás de abandonarme, friamente, mañana, y que bajo el encanto de mis ojos, te gana otro encanto, el deseo, pero no me defiendo.
Espero que ésto un día cualquiera, concluya, pues intuyo, al instante, lo que piensas o quieres. Con voz indiferente te hablo de otras mujeres y hasta ensayo el elogio de alguna que fue tuya.
Pero tú sabes, menos que yo, algo orgulloso, que te pertenezca, en tu juego engañoso persistes,
con un aire de actor del papel dueño.
Yo te miro callada con mi dulce sonrisa, y cuando te entusiasmas, pienso: no te des prisa, no eres tú el que me engaña: quien me engaña ...es mi sueño.