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EL RECUERDO DE MI SUEÑO
 
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General: Cuidando mi nuevo jardín....
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Casimiro López Cano  (Mensaje original) Enviado: 30/10/2012 18:16
 
atardecer.jpg picture by cecy_071
 
- ¿Qué debo hacer, hermano guía? Para encontrar el jardín que quiero hallar y poder luego con mi esofuerzo cultivar las hermosas rosas  rojas que tanto deseo... 
- Mañana, con las primeras horas del alba preséntate ante el hermano jardinero y dile que vas para que te enseñe a cultivar el jardín. Dile textualmente: "Maestro, he encontrado tiempo para dedicarme a cultivar mi jardín" Él comprenderá. Te deseo mucha suerte, pues la tarea no es fácil pero el premio bien justifica el esfuerzo.
- Gracias hermano.
El guía se alejó con paso cadencioso, todo en él irradiaba armonía. Nuestro amigo le miró alejarse, la tarde comenzaba a declinar, era la hora propicia para la meditación y bien que la necesitaba, ahora más que nunca. Su mente trabajaba febrilmente, quería comprender.
La mañana le sorprendió casi sin haber dormido, se levantó presuroso, hizo sus trabajos místicos y partió ansioso hacia el lugar donde al llegar había conversado con el jardinero. Quería llegar antes que él para observar el jardín, ver si descubría algo especial que lo guiara. Llegó al lugar cuando todavía no se borraban las últimas estrellas. El rocío perlaba ricamente las plantas y las flores, había un mágico encanto en aquella hora que precedía a la salida del sol. El silencio sólo era roto por un acompasado y rítmico golpe. Nuestro amigo quedó sorprendido pues allí estaba el anciano trabajando, encorvado sobre la tierra.
- Buenos días hermano jardinero, vengo a decirle que he encontrado tiempo para dedicarme a cultivar mi jardín.
Ante estas palabras el anciano quedó quieto, estático por breves momentos, luego se irguió en toda su estatura. No era ni tan pequeño ni tan viejo.
- Bienvenido aprendiz de jardinero. Me alegro que hayas encontrado tiempo para aprender este difícil trabajo.
- Pero Maestro ¿no descansa Ud. nunca?
- No. Una vez que comienzas a trabajar la tierra y cultivar el jardín no puedes descansar jamás, debes dedicarle todas las horas del día y más aún. Ya comprenderás por qué es así. Ocurre que la tierra se vuelve fértil y todo, incluso las malezas pueden prosperar más rápidamente. Hay que trabajar mucho.
- Realmente no comprendo todo esto, para qué me servirá aprender a cultivar la tierra.
- Primero debemos saber cuál es la tierra que vamos a cultivar, eso es lo fundamental; pero, ahora perdóname un momento, espera que luego seguiremos conversando. Tengo que arrancar esas malas hierbas que crecen por todos lados. Ven, ven aquí, arrímate, observa ¿Ves? debes aprender a defender tu jardín de estos hierbajos.
- Pero no veo nada extraordinario, Maestro.
- Hum, claro, porque ahora son muy pequeños pero si los dejas crecer pronto esta cizaña tapará y sofocará las más bellas flores del jardín, hay que arrancarla de raíz porque es muy peligrosa.
- ¿Y cómo se llama esta hierba?
- Esta hierba arruina muchísimos jardines, ¿sabes? se llama ORGULLO.
- ¿Orgullo?
- Si, orgullo.
- Oh, no. Que ciego he sido todo este tiempo.
- No te reproches hijo mío. Las enseñanzas llegan a su debido tiempo, antes no habrías comprendido nada. Es como dice el refrán: "cuando el discípulo está listo, el Maestro aparece".
Sin embargo, si eres buen observador, podrás apreciar que el Maestro siempre está presente. Lo que pasa es que no le vemos, pasamos a su lado y no le reconocemos.
- Tiene razón. Y esto me trae a la memoria que en una conversación anterior usted mencionó que hay dos caminos para aprender. Uno era el dolor, y el otro era... era el despertar de la conciencia. ¿Por qué no me habla más de esto último, que es el despertar?
- Simplemente eso, despertar, estar alerta.
- Sí, pero ¿alerta de qué?
- Aquí está la clave, recuerda que yo soy el jardinero de mi jardín y tú debes ser el jardinero de tu propio jardín; nadie puede cultivar la tierra ajena y tú ya has adivinado de qué jardín y de qué tierras se trata. Bien, escucha hermano forastero, debemos estar atentos, alertas, vigilantes para seleccionar las semillas que plantamos en nuestro jardín, en nuestra mente, pues esta tierra es muy fértil y cualquier semilla, ya sea que la traiga el viento o la arroje algún mal intencionado, cualquier semilla, te repito, crecerá fuerte y lozana y por eso hay que vigilar.
- Comprendo sus palabras, hermano jardinero, es sin duda una labor difícil pero esta es la clave para acercarnos a Dios.
- Así es, debemos cultivar nuestro jardín interior, nuestra mente, pues de allí saldrán nuestras flores, las que obsequiaremos a Dios y que a Él tanto le agradan.
- En qué puedo ayudarle.
- Por hoy es bastante, retírate ahora a la soledad y medita sobre todo lo que hemos hablado, mañana seguiremos.
Profundas meditaciones ocuparon la mente de nuestro hermano forastero. Un amplio panorama se abría ante él. Esa noche, en sueños, se vio trabajando afanosamente la tierra, era dura, reseca, por momentos no cedía a los golpes de la azada; estaba empapado, sudoroso por el esfuerzo, las malezas lo querían aprisionar y el luchaba desesperadamente. Cuando despertó, el cuerpo le dolía a tal punto que dudó de que aquello sólo hubiese sido una pesadilla. Es tan difícil separar lo real de lo imaginario. Presuroso se encaminó al jardín del Maestro, le encontró sentado, pensativo.
- Buenos días, Maestro.
- Buenos días, hijo.
- Me extrañó no escuchar el golpe de su azada.
- Hey, mira, de vez en cuando es bueno y necesario para ver los resultados del trabajo, indispensable apartarse un poco del escenario del mundo con sus ruidos y ver y observar los
resultados como si fuéramos extraños, analizar las plantas que han crecido, ver los colores de las flores, en fin, analizar y meditar sobre todo lo que se ha estado haciendo.
- Ah, Maestro. Si usted supiera que noche he pasado, he tenido una pesadilla terrible, cuando desperté, estaba como apaleado, adolorido.
- Y así tiene que ser, hijo, no sólo en el día trabajamos en el jardín, de noche también, y es en ese momento cuando podemos recibir ayuda o instrucciones especiales. La labor es inmensa, pero también la ayuda que recibimos es grande. Los Maestros jamás nos ponen pruebas que sean superiores a nuestras propias fuerzas.
- Cada vez estoy más maravillado.
- Bueno mira, ahora quiero llevarte a que mires un jardín, ven, acompáñame.
Ambos cruzaron un inmenso patio, atravesaron largas avenidas bordeadas de hermosos árboles multicolores, hasta que se detuvieron ante un bello jardín.
- Mira este jardín ¿te gusta?
- Si, realmente tiene flores preciosas y una distribución muy armoniosa.
- Hum, este es tu jardín, aquí trabajarás.
- ¿Este es mi jardín?
- Si, aquí se reflejará el trabajo que tú hagas en tu mente, así tu trabajo adentro se reflejará aquí afuera.
- Amado Hermano, que privilegio tenerlo a usted de Maestro en esta labor.
El hermano forastero, en un arrebato de amor, tomó la mano del anciano y la besó, los ojos del Maestro brillaron de forma muy especial por un instante, envolviendo al discípulo en una Luz imperceptible para los mortales. Por fin el Maestro le dijo:
- No olvides que el trabajo lo debes hacer tú sólo; yo te indicaré las técnicas pero el resto es tuyo. Debe salir de adentro. Allí está el verdadero Maestro, ese si que es un gran jardinero.
- Por favor indíqueme por donde comenzar.
- ¿Dime, qué es lo que ves aquí en el jardín?
- Veo bellas flores distribuidas por doquier.
- ¿Sabes qué son esas flores? son tus conocimientos, pero hay algunas flores cuyos colores no me gustan del todo. ¿Ves aquéllos claveles de color rojo encarnado? Eso representa una pasión dominante que afea un poco la armonía del conjunto. Debes trabajar hasta que esa planta dé flores de color blanco o de un rojo más suave. Hum, y aquí hay más; de qué le sirve al hombre, por ejemplo, cultivar el arte de la música, un arte sublime que eleva hasta los cielos. ¿De qué le sirve si lo empequeñece con sus pasiones mundanas de orgullo, vanidad o egoísmo? esos son los colores que tienen algunas de tus flores, colores de envidia, colores de duda... Por eso se puede tener mucho conocimiento y estar sin embargo lejos de Dios.
- Maestro, estoy muy apenado, me siento indigno de estar aquí, de estar junto a usted.
- ¿Por qué? ¿Por lo que te he dicho? no hijo, no. Lo que ocurre es que hay que trabajar duro para purificar y embellecer esto, para eso estamos aquí en la tierra, la mayoría de las veces no nos damos cuenta de la maleza que ahoga a nuestras rosas. Son tan propias del jardín que hasta que no nos tropezamos con ellas y nos golpeamos, no las vemos, o sea, no tomamos conciencia de esos defectos. ¿Quien se llama a sí mismo orgulloso, cruel? nadie. Todos se justifican diciendo: no soy orgulloso, yo realmente valgo más que los demás, no soy egoísta pues esto lo gané y es mío, no soy cruel, sólo justo ¿ves? ah, sí, la maleza se oculta muy hábilmente.
-¡Cuanta sabiduría hay en sus palabras!
- Pero muchas más encontrarás ahí dentro, en tu pecho.
- Bueno, eh... ¿por dónde comienzo? la tarea se me ocurre gigantesca.
- Creo que por hoy tienes bastante. Retírate nuevamente a la soledad y medita sobre todo esto, pero antes quiero que escuches la palabra del jardinero más grande que ha pasado por estas tierras, le llamaban Jesús, el hijo de María. El dijo sabiamente: "Hay muchos árboles, no todos dan frutos, hay muchos frutos, no todos se pueden comer". Muchos también son las clases de conocimientos, pero no todos tienen valor para los hombres.
En la soledad del bosque pasó todo el día el hermano forastero, cada árbol, cada flor, cada pájaro adquiría nuevo significado, una nueva dimensión. Otra noche soñó, en unos lloró y cuando despertó su almohada estaba mojada y sus ojos rojos. El jardinero interno había estado trabajando toda la noche. Mucho tiempo trabajó en su jardín bajo la mirada atenta de su Maestro. Poco a poco las flores fueron cambiando de colores, los bajos deseos fueron siendo
reemplazados por deseos altruistas, cada vez se unía más a Dios, cada vez se desprendía más de lo superficial y mundano. Un día consultó afligido a su Maestro:
- Maestro estoy un tanto confundido, han comenzado a salir algunas hierbas que no conozco, o sea, que no he plantado, ¿Qué significa esto?
- Ya te lo expliqué una vez, eso significa que en nuestro jardín no sólo crecen las semillas que nosotros plantamos, sino que cualquier semilla puede prosperar en la tierra fértil ya sea útil o nociva, por lo tanto debemos estar atentos a lo que entra en nuestro jardín. Ya puede que por el aire ocasionalmente o ser arrojada por un vecino; insisto, debemos seleccionar y controlar la calidad de la semilla. En nuestra mente alguien susurra un pensamiento y enseguida éste cobra vida propia y luego si es nocivo debemos luchar para arrancarlo, por eso hay que estar siempre pendiente.
- Hum... otra cosa Maestro. He seguido todas sus instrucciones y sin embargo algunas plantas crecen raquíticas y con sus hojas amarillentas ¿En qué me habré equivocado?
- ¿Has removido bien la tierra?
- Sí.
- ¿Y has regado bien los tiernos brotes?
- Sí, sí.
- Entonces veremos qué es lo que anda mal. Ajá, eso es ¿ves esos árboles que rodean tu jardín? son tan frondosos y tienen tantas ramas que no dejan pasar el sol y sin sol las plantas no prosperan. Esos árboles simbolizan las ciencias mundanas que llenan tu mente, hay muchos conocimientos que a veces nos impiden ver la realidad, nos impiden ver la luz. Debemos podar esos arboles para que dejen pasar la luz; por eso, a menos que seamos puros e inocentes como los niños no podremos entrar al reino de los cielos.
- Pero eso significa que debo derribar esos árboles? ¿Significa que debo vivir en la ignorancia?
- No, hijo, no. Sólo debes podar las ramas que impiden la entrada de la luz y del aire. Una vez que hayas alcanzado la verdad por otro camino, el interior, verás como se junta con el de la ciencia y como ésta cobra otra dimensión y otro significado diferente del que antes tenía.
- Mucho he de meditar sus palabras para comprender a fondo la verdad.
- Pero recuerda en última instancia esto: Las plantas reciben la vida del sol, símbolo de la Luz y nosotros también dependemos de la voluntad infinita de Dios para progresar en el sendero. Por esto siempre debemos confiarnos a su omnipotencia, sin Él nada somos.
- Antes de irme, una última consulta, Maestro. El otro día una bandada de pájaros invadió mi jardín, eran horribles, de un aspecto feroz y arrancaron flores y se comieron muchas semillas. De seguir así pueden destrozar mi jardín. ¿Qué hago? ¿Debo defenderme?
- Hijo mío, si tratan de destruir tu jardín debes luchar valientemente empeñando la vida en ello, a toda costa debes ahuyentarlos, debes comprender que ellos no tienen ningún poder sobre ti, tienen sólo el poder que tú les des. Esos pájaros son las ideas y los pensamientos negativos, la superstición y la ignorancia que nos sumergen en las tinieblas, son los fantasmas que tratan de deformar nuestros propios conceptos. Aléjalos de tu jardín, no tienen poder sobre ti si tú no se lo das. Ten siempre presente que no podemos impedir que bandadas vuelen sobre nuestro jardín, pero lo que sí podemos es impedir que hagan sus nidos en él. Reflexiona sobre todo lo que hemos hablado, saca tus propias conclusiones y lo más importante, aplícalas a la vida diaria.
Mucho trabajó el hermano forastero en su jardín. Poco a poco se fue produciendo un cambio en él. Las flores de su jardín eran blancas, azules, puras, esbeltas, casi no había ya malezas en su tierra. Una paz inmensa y una gran armonía con las leyes cósmicas iluminaban su rostro. La impaciencia que antes le dominara, la envidia que alguna vez le atormentaba, la duda, el egoísmo, todo había sido trasmutado, purificado.
El Maestro que seguía atentamente el progreso de su discípulo le habló así cierto día.
- Querido hermano forastero, has hecho grandes progresos, has aprendido a cultivar tu jardín. Creo que ya está muy cerca el día en que tu más caro anhelo será satisfecho.
- ¿Se refiere a mi entrevista con el gran Maestro?
- Sí, te he observado y he comprobado que has purificado lo suficiente tu cuerpo como para poder resistir su presencia. Deberás por lo tanto prepararte durante tres días. Harás ayuno, meditación y entonces visitarás la Catedral de los Sonidos. Pero para todo esto te espera un guía.
- ¿Y ya no trabajaré más junto a usted?
- No. Ahora debes seguir solo el camino. Esta es nuestra despedida.
- Pero yo todavía no me considero preparado, eh... quisiera quedarme más a su lado, un tiempo más.
- Querido hermano, ya sabes lo necesario. Ahora tu misión será viajar por el mundo tratando de arrojar semillas en los jardines que encuentres a tu paso. Comprende, serás un nuevo sembrador, uno más de los que andan silenciosos trabajando para el gran jardín del Señor.
- Maestro, lo extrañaré mucho.
- Yo también, querido hijo, pero cada uno tiene su misión en la vida y debemos cumplirla cabalmente aunque queden en el camino jirones de nuestra propia carne. Ya se acerca tu guía.
- Por favor, su bendición.
- Hijo, no tortures más nuestros corazones.
El discípulo se había postrado a los pies del Maestro. El anciano hizo un signo sobre la cabeza del discípulo, luego colocó sus dos manos sobre los hombros y elevando su mirada al cielo murmuró: "Señor, protéjelo" Luego ayudó a levantar al hermano forastero. En el aire se percibía una intensa vibración que parecía salir del pecho del Maestro; de sus ojos brotaba una dulzura arrolladora. Los árboles mecieron sus hojas agitadas por extraña brisa, parecían despedirse de su amigo. El perfume de las flores se esparció con más fuerza por todo el lugar.
En el jardín del discípulo un capullo de rosa se abrió inmenso, rojo, como el fuego abrasador del Amor que ardía en aquellos corazones. El guía le tomó suavemente de un hombro y lo condujo hasta sus habitaciones. Allí permanecería el hermano forastero preparándose sumido en profunda meditación y contemplación. Su alma estaba extasiada como si hubiera traspuesto un umbral hacia una nueva dimensión. El tiempo carecía de significado. Al cumplirse el tercer día, el guía se presentó nuevamente.
- Hermano, te conduciré ahora a la Catedral de los Sonidos. Allí terminarás tu purificación y entonces estarás listo para la magna asamblea.
- Te sigo, respetable guía.
- En la Catedral sentirás con todo tu Ser, sonidos muy especiales. Allí recibirás vibraciones que elevarán tu alma hasta un estado especial en que podrás comulgar con los Maestros Cósmicos tanto como te lo permita tu propia naturaleza. En algún momento puedes sentir cierta aprehensión, cierto temor, pero pronto pasará. Que nada turbe tu paz interior. Allí está, en aquella suave colina, acércate lentamente para permitir que tu estructura molecular se armonice con las vibraciones. Es más fácil, ya verás. Ellos serán tus guías. ¡Paz Profunda!.
- Paz Profunda, hermano.
Lentamente se encaminó hacia la colina. El lugar era imponente. Lejos, a cada costado de la escena, unos pequeños bosques interrumpían la ondulante línea de la colina y, en su centro, majestuosa, radiante, la Catedral de los Sonidos. Desde lejos parecía una semiesfera de marfil
con una aguja en su centro apuntando directamente al cielo. Al irse aproximando, nuestro amigo percibió algo semejante a un coro gigantesco. Una onda de vibraciones salió a su encuentro, chocó contra su pecho, le paralizó. Una voz interior le dijo que se detuviera por unos momentos. Luego la presión disminuyó, entonces volvió a avanzar lentamente. Los sonidos se percibían cada vez con más fuerza, las vibraciones envolvían el cuerpo, le hacían tremolar junto con ellas. Un estado indescriptible se apoderó de él. Los sonidos subían y bajaban rítmicamente, parecía como si el corazón del Universo latiera allí, en esa catedral. Por momentos parecía como si su cuerpo se disolviera en aquella atmósfera. Cerca de aquélla semiesfera comprobó que lo que antes tomara como una aguja apuntando al cielo, no era sólida, era pura energía, energía que subía y bajaba del cielo a la esfera y de la esfera al cielo en constante flujo. Nuestro amigo no percibió puerta o abertura alguna para entrar pero no obstante siguió avanzando, como atraído por mágico encanto. Los sonidos le habían embriagado, le parecía que la esfera tampoco era sólida. Continuó avanzando lentamente y penetró dentro de ella. Allí los sonidos ya casi no se oían, más bien se percibían como una sensación vibrátil en todo el cuerpo y finalmente se concentraba en el centro de la cabeza. Una luz potente y que a la vez no dañaba sus ojos, lo rodeaba, lo penetraba. Todo era luz, no podía ver otra cosa que no fuera luz. Se le antojaba que era casi corpórea, como si fuera una nube luminosa que desdibujaba hasta sus propios contornos, su cuerpo parecía perder densidad, sólo su mente conservaba su identidad, era una extraña comunión con el todo. No sabía si veía, si eran imágenes reales o sólo un producto de su fantasía, pero delante suyo, tal vez cerca, tal vez lejos, se dibujaba una mesa con un blanco mantel.
Sobre ella, contrastando con su blancura, una mancha roja.
Quiso avanzar pero una fuerza lo contuvo. Esperó allí, extasiado con una armonía como jamás había experimentado. Los sonidos alcanzaron un punto máximo y luego fueron bajando de intensidad. Un gong grave, profundo, sonó al tiempo que se abría algo como una puerta. El corazón del hermano forastero se detuvo anhelante. Por aquella puerta aparecieron en prolija fila Seres que más que hombres parecían ángeles luminosos.
Estaba viendo, sintiendo, percibiendo la presencia de los Maestros Cósmicos. Sus piernas se aflojaron y cayó al suelo de rodillas, las manos entrelazadas y el rostro cubierto en lágrimas.
Con la visión deformada por las lágrimas vio como aquellos Seres se acomodaron en sus respectivos lugares y tomaron asiento, sólo uno permaneció de pie, alto, fino, indescriptible. Su voz resonó en todo el ámbito de la catedral, potente como un trueno, pero suave a la vez como el aleteo de una paloma.
- Hermanos muy amados del reino de la Luz, venimos a este santo lugar para despedir a un viajero que por sus esfuerzos y su Amor, ha alcanzado la iluminación. En las sagradas enseñanzas se indican claramente cuales son las metas que están dentro del jardín de la verdad.
El propósito es conducir al hombre para que pase a través de los grandes portales de ese jardín.
Hasta que no estemos todos dentro del jardín donde florecen constantemente las flores de la verdad y de donde se ha extirpado la cizaña de la falsedad, los grandes Maestros de esta fraternidad no estarán satisfechos de su obra. En este jardín no existen las flores púrpuras de la opinión personal, no existen las flores amarillas de los deseos egoístas, no existen las flores de la parcialidad apasionada y de la autodecepción, sino, justamente las inmaculadas flores azules y blancas, flores de la verdad simbolizando la pureza y el conocimiento. Para alcanzar ese jardín nos hemos reunidos de manera que podamos hacer el viaje juntos. Recibe pues, hermano forastero, nuestra bendición y nuestro apoyo. En los momentos más difíciles de la lucha estaremos contigo. Sigue los senderos que Dios te ha trazado y cuando nos llames, allí estaremos.
Quiero darte en prueba de nuestro Amor, esta rosa roja que simboliza el fuego purificador que debe arder en todos los corazones de aquellos que han visto la Luz. Toma, guárdala junto a ti.
Aquel Ser luminoso tomó una rosa roja que estaba sobre la blanca mesa. Lentamente avanzó hacia el hermano y le extendió la flor. El joven tomó la rosa de aquellas manos que se extendían hacia él.
Su corazón latió desbocado, aquellas manos eran conocidas, eran las manos de su muy amado Maestro jardinero. Levantó tímidamente los ojos y miró aquel rostro iluminado. Sí, allí estaba su Maestro, el humilde jardinero, cuanto tiempo juntos y él ciego, sin comprender que aquel era el Iluminador.
Aquellos ojos y aquel rostro fueron lo último que vio. Cuando despertó, estaba tendido en la nieve, blanca, inmaculada. Se encontraba cerca de un poblado. Miró ansioso buscando las paredes del monasterio, buscando a sus amigos. Nada había. Estaba solo en medio de aquella blancura desmembrante. Se incorporó despacio y a su lado vio una mancha roja, la levantó en sus manos. Era una hermosa Rosa Roja

El mistico. Presentado por: _Casimiro López Cano_




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De: UTOPIA Enviado: 30/10/2012 18:32



 
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