Alabado sea Jesucristo…
Leemos en la hojita “El Domingo” que edita la Sociedad de San Pablo:
¡Cuánta tinta y cuántos comentarios ha producido el “fin del mundo”! Tema preferido de ciertas sectas. Se equivocaron tantas veces con el pronóstico hasta que cambiaron de “libreto”. ¿El fin del mundo? Nadie lo conoce… sólo el Padre.
El Evangelio presenta el “fin del mundo” como el triunfo definitivo de Jesucristo; el momento en que toda la humanidad reconozca la gloria del Señor a la que estarán unidos todos sus elegidos, desde los cuatro puntos cardinales.
Pero hay un “fin del mundo” personal, propio de cada uno: es el final de nuestra vida. Frente a esa inexorable realidad no cabe el temor sino la responsable confianza, porque el Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz, ¡Él decide mi suerte!
Para el seguidor de Jesucristo el “final de la película” es un final lleno de gloria, ya que, con la gracia de Dios, esperamos ser esos hombres prudentes y justos que resplandecerán y brillarán por los siglos de los siglos.