Navidad y solsticio
En los últimos años se han sumado otras objeciones a la Navidad, por lo general alentadas por personas que se han topado, de repente, con pequeñas raciones de cultura clásica. Para empezar, se aduce que la festividad del 25 de diciembre es un “hurto” cristiano de la antigua celebración “pagana” de la adoración al Sol invictus. En efecto, la ubicación de la Natividad de Cristo en el final del calendario no se debe a que, realmente, la Iglesia tenga constancia del día exacto de su nacimiento, y que fuera en tal día. De hecho, ni siquiera hay consenso cerrado acerca del año en que María dio a luz a Jesús, si bien muy probablemente fuese en el 748 de la fundación de Roma (6 antes de Cristo). El 25 de diciembre cae cerca del solsticio de invierno, esto es, del día más corto del año, a partir del cual los días comienzan a alargarse; clara metáfora de la victoria de la luz sobre las tinieblas, de la vida sobre la muerte. Ya el apóstol San Juan explica esto mismo al principio de su Evangelio.
Los detractores de la Navidad que esgrimen la fiesta del Sol invictus, sin embargo, se olvidan de algo esencial: el Sol invictus fue un culto solar bastante tardío en la historia de Roma. De hecho, se trataba de una suerte de monoteísmo del que participaba incluso el emperador Constantino. Y gracias a la extensión del monoteísmo, el cristianismo acabó arrinconando a las creencias en los dioses olímpicos. Y hay más: si celebramos el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre, hemos de celebrar su circuncisión el día 1 de enero, que es también fiesta religiosa (en la actualidad, Solemnidad de Santa María, Madre de Dios).
Resulta llamativo que en determinados ámbitos laicistas se evite hablar de “fiestas navideñas” y se emplee la forma alternativa “celebración del solsticio de invierno”. Se arguye que la celebración, en realidad, forma parte de los ciclos naturales que los pueblos precristianos conocían. El problema de esta denominación radica en que –al menos en España– la Navidad incluye la Epifanía (6 de enero), que nada tiene que ver con los “sabios” celtas que “vivían en comunión con la naturaleza”, sino con la manifestación de Dios a toda la humanidad y no solo al pueblo de Israel. La referencia a la estrella que guía a los Magos recalca que Dios se presenta al hombre por medio de su Creación y de la inteligencia humana. De todos modos, el intento de despreciar la Navidad, ensalzando el “solsticio de invierno”, es viejo, ya que fue uno de los grandes esfuerzos de propaganda del III Reich (cfr. Aceprensa, 7-12-2009). Aunque, si algún político “laico” desea celebrar acontecimientos del firmamento celeste, podría empezar por dar ejemplo renunciando al GPS y guiándose por la Osa menor y el Cisne, o bien consultar el oráculo de los astrólogos en vez de las previsiones del FMI. |