De Prometeo nos hablan cuatro leyendas.
Según la primera,
lo amarraron al Cáucaso por haber dado
a conocer a los hombres los secretos divinos,
y los dioses enviaron numerosas águilas a devorar su hígado,
en continua renovación.
De acuerdo con la segunda, Prometeo,
deshecho por el dolor que le producían los picos desgarradores,
se fue empotrando en la roca hasta llegar a fundirse con ella.
Conforme a la tercera, su traición paso al olvido con el correr de los siglos.
Los dioses lo olvidaron, las águilas, lo olvidaron, el mismo se olvidó.
Con arreglo a la cuarta, todos se aburrieron de esa historia absurda.
Se aburrieron los dioses, se aburrieron las águilas y la herida se cerró de tedio.
Solo permaneció el inexplicable peñasco.
La leyenda pretende descifrar lo indescifrable.
Como surgida de una verdad, tiene que remontarse a lo indescifrable.