Dios Padre, dame un hijo que sea lo bastante fuerte como para tener conciencia
de sus debilidades, lo bastante valiente para recobrarse de ánimo cuando tenga miedo.
Un hijo que sepa aceptar con nobleza la derrota honrosa y ser sencillo y generoso con la victoria.
Dame un hijo que tenga el corazón y la cabeza en su sitio.
Un hijo que te conozca y sepa que el conocerte a Ti es la piedra angular de la sabiduría.
Te lo pido, Señor; no le lleves por los caminos fáciles, sino por los senderos erizados
de obstáculos y dificultades.
Enséñale a permanecer fiel en las tormentas y a compadecerse de los que han caído.
Dame un hijo, Señor, de corazón puro, con aspiraciones elevadas, que sepa ser dueño
de sí mismo antes de querer mandar sobre los otros, que sepa reír sin olvidar cómo se llora, que mire
el porvenir sin perder de vista el pasado.
Y cuando tenga todo esto añádele, Señor, te lo suplico, unas gotas de buen humor para que sepa
mantenerse siempre sereno, sin tomar nunca las cosas por el lado trágico.
Dale humildad para que recuerde siempre la comprensión de la verdadera sabiduría y
la serenidad de la auténtica fortaleza.
Gracias, Señor. Entonces yo, su padre, me atreveré a confesarme a mí mismo:
¡No has vivido en balde!
La oración del
General Douglas McArthur
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