Dame, de tu jardín, la más perfumada y hermosa flor
para que por mis anhelos jamás vuelva a trepar el desamor;
llévame a esa montaña que escalas, para asomarme a tu valle y río
así sabrás que en mi clamor: ¡Por ti noche y día porfío!.
Solamente tú llegaste a abrir la puerta de mi corazón
evitando los precipicios tras los que me ocultaba
entre la nebulosa nostalgia que a veces nubla mi razón
esa negra incertidumbre sobre la que me asentaba.
Así aquel día solitario, gris, monótono, frío y nublado
se tornó jubiloso, sonrosado, cálido, afable
de tu gentil y ansiada presencia ¡ Poblado.
mágico y adorable!.
Dame tú, el por mí elegido, un beso de amor
que su recuerdo me acompañará mientras viva,
dado que con su sempiterno rumor
y grato chasquido
siempre alcanzarás que mi vida sea grata y festiva
hasta su postrer latido.
*
©Ann Louise Gordon
Abril, 05, 2012