Si añoro la libertad, hago una pausa para examinar cualquier creencia limitante. Dejo ir cualquier noción de que me falta una cualidad o posesión necesaria para ser feliz y saludable —soy sano y perfecto tal como soy. Todo es posible al derribar las barreras que he construido en mi mente. No doy poder a ningún pensamiento que me haga sentir que soy menos que otro.
Nada puede atarme. Tengo el poder en mí para reclamar mi herencia divina y para vivir libre de actitudes limitantes. En el silencio interno, tengo acceso a toda la energía, sabiduría, compasión y paz que necesito. Ésta es la promesa de mi Creador.
El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha ungido para proclamar buenas noticias a los pobres … me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos … a poner en libertad a los oprimidos.—Lucas 4:18