Alabado sea
Jesucristo…
En el prólogo del evangelio de Juan se hacen dos
afirmaciones básicas que nos obligan a revisar de manera radical nuestra manera
de entender y de vivir la fe cristiana, después de veinte siglos de no pocas
desviaciones, reduccionismos y enfoques poco fieles al Evangelio de Jesús.
La primera afirmación es ésta: “La Palabra de Dios se ha hecho carne”. Dios no ha permanecido
callado, encerrado para siempre en su misterio. Nos ha hablado. Pero no se nos
ha revelado por medio de conceptos y doctrinas sublimes. Su Palabra se ha
encarnado en la vida entrañable de Jesús para que la puedan entender y acoger
hasta los más sencillos.
La segunda afirmación dice así: “A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo único, que está en el seno del
Padre, es quien lo ha dado a conocer”. Los teólogos hablamos mucho de Dios,
pero ninguno de nosotros lo ha visto. Los dirigentes religiosos y los
predicadores hablamos de él con seguridad, pero ninguno de nosotros ha visto su
rostro. Solo Jesús, el Hijo único del Padre, nos ha contado cómo es Dios, cómo
nos quiere y cómo busca construir un mundo más humano para todos.
Estas dos afirmaciones están en el trasfondo del programa
renovador del Papa Francisco. Por eso busca una Iglesia enraizada en el
Evangelio de Jesús, sin enredarnos en doctrinas o costumbres “no
directamente ligadas al núcleo del Evangelio”. Si no lo hacemos así, “no será el Evangelio lo que se anuncie,
sino algunos acentos doctrinales o morales que proceden de determinadas
opciones ideológicas”.
La actitud del Papa es clara. Solo en Jesús se nos ha
revelado la misericordia de Dios. Por eso, hemos de volver a la fuerza
transformadora del primer anuncio evangélico, sin eclipsar la Buena Noticia de
Jesús y “sin obsesionarnos por una
multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia”.
El Papa piensa en una Iglesia en la que el Evangelio
pueda recuperar su fuerza de atracción, sin quedar obscurecida por otras formas
de entender y vivir hoy la fe cristiana. Por eso, nos invita a “recuperar la frescura original del
Evangelio” como lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y, al mismo
tiempo, lo más necesario, sin encerrar a Jesús “en nuestros esquemas aburridos".
No nos podemos permitir en estos momentos vivir la fe sin
impulsar en nuestras comunidades cristianas la conversión a Jesucristo y a su
Evangelio a la que nos llama el Papa. Él mismo nos pide a todos “que apliquemos con generosidad y valentía
sus orientaciones sin prohibiciones ni miedos”.
José Antonio Pagola
Sagrado
Corazón de Jesús. Mil gracias por concederme un día
más para adorarte y servirte. Hagamos como decía San
Agustín: Señor a Ti solo busco, a Ti solo amo y tuyo
quiero ser. Mi único deseo es conocerte y amarte. (Sol
1,1,). La mies es mucha y pocos son los obreros para
recogerla. Es la Palabra de Dios. Alabado sea
Jesucristo. Amén. Yo dibulgo
cada día Pequeñas Semillitas, con el vehemente deseo de
que se propague la Fe, en el Sagrado Corazón de
Jesús y suplico a todos los creyentes y no creyentes,
que pidan al Señor Jesucristo en oración, que no haya
más guerras ni hambre en el Mundo y reine la Paz en
todos los rincones del Orbe. Así sea. Detente, el Sagrado
Corazón de Jesús, está conmigo. Casimiro López