La otra cara del egoísmo
En general, se entiende por egoísta aquel que antepone sus deseos a los de los otros. Así, para evitar este rótulo, muchas personas viven sus existencias reguladas por el capricho de los demás, motivados por la culpa o la búsqueda de aceptación y amor.
Sin embargo, sin importar lo mucho que nos esforcemos, siempre habrá alguien que no esté conforme con nuestro actuar, y estar pendientes de complacer a todos solo nos convertirá en personas frustradas. Solamente amándonos y aceptándonos como somos, podremos ser libres.
¿Egoísmo o auto conservación?
Muchas veces las circunstancias nos llevan a suplir las necesidades propias antes que las ajenas (si no disponemos de recursos para llenar las de todos) y esto puede ser visto con malos ojos. Pero, en este caso podríamos reflexionar: ¿puede hablarse de egoísmo cuando, en caso de no contar con abrigo para todos, nos abrigamos a sí mismos antes de ofrecer abrigo a otros? ¿O si tenemos solo un poco de agua y bebemos para saciar nuestra sed, antes de ofrecérsela a otro sediento?
En estos casos, podríamos decir que la línea que separa el instinto de conservación del egoísmo parece ser muy delgada. Una persona egoísta es aquella que vive por y para sí misma, anteponiendo su bienestar al de cualquier otra persona. Sin embargo, ¿es correcto catalogar de “mala persona” a alguien con esas características? En muchos casos, quien tiene ese tipo de personalidad, la ha desarrollado como una forma de defensa ante un ambiente que le privó de apoyo y ayuda, obligándolo a proveerse a sí mismo aquello que necesitaba.
¿Es posible "controlar" el egoísmo?
La conducta egoísta es normal en la infancia, pero no tarda en superarse dentro de una atmósfera de cariño y confianza. A medida que transcurre el tiempo, los niños van siendo capaces de observar a los demás y compararse, abriéndose a aceptar otros puntos de vista.
Cuando uno detecta conductas de tipo egoísta en sí mismo y desea comportarse de una manera más adulta, puede recurrir a algunas técnicas para superarlas. De hecho, existen ejercicios para desarrollar la empatía y la aceptación de los puntos de vista de otras personas. Ante todo, es necesario estar atentos para descubrir cuándo estamos actuando en forma egoísta, para así replantearnos la situación y tratar de enfocarla desde el lugar del otro. Pensar en las consecuencias que nuestra conducta puede tener sobre los demás es una buena manera de evitar comportamientos nocivos.
Ser feliz pensando en los demás
Si has sido víctima del egoísmo y de la falta de atención, seguramente te será difícil dejar de estar a la defensiva, pensando en satisfacer tus necesidades antes que nada. Intenta ponerte en el lugar de los demás tratando de comprender sus motivos.
Trata de dejar las experiencias negativas en el pasado y fortalece los pensamientos positivos. Cuando te descubras pensando con odio, miedo, mezquindad, temor, decide que ese tipo de pensamientos no son dignos de ocupar tu mente e intenta cambiarlos por pensamientos optimistas. Es posible entrenar la mente, aunque al principio sea difícil. Como todo, requiere práctica y paciencia, pero el fruto será nuestra propia paz.
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