Te levantas. Algo no va bien. Te miras al espejo y el reflejo, no es lo que tú quisieras que fuera.
Está claro que nadie es perfecto. Que todos podemos hacer pequeños cambios para vernos mejor. Eso está muy bien y lo sabemos todos, pero cuando te miras, no te gusta.
Al principio crees que basta con tener cuidado. Nada de azúcar y qué decir de las grasas. Tienes que estar perfecta. "Soy capaz de controlarme", piensas. "Es solo cuestión de tiempo".
De frente, de espaldas. Derecha. Izquierda. No. No te gusta. Ya ha pasado ese "tiempo" que parecía suficiente para sentirte mejor. Para verte delgada. Para estar guapa. Pero no, no te gusta.
El tiempo pasa y tu ritual sigue siendo igual de estricto. O quizás más. Ahora casi no comes. Y si lo haces... Si lo haces no controlas esa ansiedad más de diez minutos. "No pasa nada". "Cuando quiera dejo de hacerlo"... No te engañes. Quieres ser perfecta. Tienes que ser perfecta. Vas a ser perfecta. ¿Quién coño decide cuándo una mujer es "perfecta"? Lo piensas y sabes que una mujer es mucho más que una hembra. Que no es solo un par de tetas o un buen culo. Tener la suerte de ser "mujer" implica ser bonita. Y eso, tú lo sabes, pero no es suficiente.
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Casi sin darte cuenta, empiezas a notar que tu pelo es más débil y tus uñas más frágiles. Te despiertas con ojeras y tu cara está terriblemente pálida. Pero no es suficiente, no para ti. Eres exigente y quieres ser bonita, muy bonita y no estás dispuesta a parar. Te dan igual los piropos y los cumplidos que puedan decirte. No te importa en absoluto si tu talla es perfecta o tu altura te favorece, quieres más.
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Deja de ser un juego. Deja de ser una simple dieta. Tus dedos están llenos de cicatrices que tú misma te haces con los dientes. Tu cuerpo cada vez es más menudo y tus lágrimas salan tu piel si vuelves a mirarte en el espejo. No quieres que nadie te vea desnuda. Te da miedo el rechazo. Te asusta que piensen que no tienes un cuerpo diez. Tú sigues. No comes y no dejas de vomitar. Apenas escuchas el ruido de fuera. No te dejas ayudar. Sientes que nadie te entiende, que todos pretenden hacerte daño y tú, tú ya no puedes moverte porque ese deseo irrefrenable de convertirte en una diosa, acaba de escribir tu contrato con la muerte.
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Estás hundida. Metida hasta el cuello en esta mierda. ¿No te das cuenta? Tú no tienes que permitir que nada te diga como tienes que ser. Eres preciosa. Tu mirada y tu sonrisa lo son. Y es mucho más bonito lo que hay dentro de ti. Si sigues con esto... Terminarás en un hospital, tratándote día tras día sin saber si eso tendrá resultado. Eso si no acabas muerta. ¿No lo ves? A ellos les da igual si estás bien o no. Si lloras o ríes. Solo eres una imagen y es lo único que pretenden. No lo permitas. No hay nadie más fuerte que tú en tu vida y solo tú, puedes controlar lo que pasa en ella. Lo sé, no soy nadie para dar consejos. Pero no quieras llegar nunca al límite, porque ningún extremo es bueno. El título de mujer y tú sonrisa, es lo único que te va a hacer ser una chica diez y eso, en fin, eso ya lo tienes.