Un Retiro recogido,
otoñal y solitario,
los bancos están vacíos
y los árboles dorados,
sin niños, y sin amantes
escondidos en el prado,
dejando hojas se va
y descubriendo retazos
de un cielo azul todavía
que no ocultan los castaños.
La mañana es de noviembre
y lo voy atravesando
con paradas amarillas
–plazoletas, sendas, bancos–
donde hasta hace bien poco
se apaciguaba el verano;
lugares donde pensar
sin pensar de vez en cuando;
lugares donde mirar
sin saber qué estoy mirando;
lugares donde quedar
como la piedra y el árbol,
sentir que nada se siente,
dejar lo que está pasando,
amontonar el olvido
y abandonar lo olvidado,
y seguir luego más tarde
por caminillos de barro
a ver que los grandes tilos
ya dicen adiós al año.
Tiempo nuevo, tiempo viejo,
llegaré tarde al trabajo
si me siento a no pensar;
tiempo de otoño, ¿hasta cuándo?