Para escribir en serio, es decir, tras la necesaria maduración interior,
hay que ser muy valiente.
No ya por el riesgo de morir de hambre si se pretende vivir de ello,
sino porque hay que estar dispuesto a recibir toda serie de insultos,
desprecios, descalificaciones, olvidos, vacíos, etc.,
de parte de los que, no teniendo nada que decir,
escriben para hacerse la ilusión o, lo que es peor,
se permiten opinar
sobre los que sí tienen algo que decir y se atreven a decirlo.
Es fácil dictaminar cómo deberían ser los demás.
Pero,
¿cómo deberías ser tú?
Eso es lo importante.
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