Siempre estás allá, como el mañana. Procurando abreviar la espera mía, amanezco mil veces cada día y echo a volar el cielo en la ventana.
Para encender una esperanza vana, para aromar de músicas la vía y constelar la soledad vacía le basta al hombre con su sed humana.
Sin embargo en las horas en que el mundo muere de sombra, y el clamor suicida golpea el corazón con mano fuerte,
gimen los peces en el mar profundo. Amar ausente es orbitar la vida desde las alas frías de la muerte.
Donde el amor dejó su sed escrita, en ansia desplegó su dulce vuelo; y para cada ascenso se abrió un cielo de emoción espasmódica inaudita.
Cuando el adiós anocheció la cita y el nunca más humedeció el pañuelo, quemó lámparas lentas el desvelo desde la soledad más infinita.
En la hojarasca gris del calendario ardo, literalmente, en esta espera, con un fulgor que es casi un fanatismo,
soñando que una vez tu itinerario arribará a una pausa verdadera en este amor que vive de sí mismo.
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