Se lo ha llevado el viento,
esa mano de olvido,
el pequeño mensaje que quedara
en la puerta;
se fue sobrevolando, como ebrio
o perdido,
la rumorosa calle,
en la tarde desierta.
Allá irá, todo alma de amor
estremecido, náufrago diminuto
con dirección incierta,
agonizante espíritu, el que pudo
haber sido alegría del ser que lo
aguardaba alerta.
Diría: «¡Te recuerdo!» o, tal vez,
«¡Hasta nunca!»
«Te llevo por los días guardada en
mi memoria».
O quizá: «Amor mío, me voy con
el crepúsculo...»
Mas nada ha de saberse pues así
queda trunca toda posible hipótesis
sobre la dulce historia,
que el papel se perdió, tan grande
y tan minúsculo.
Marilina Rébora