Iremos al desierto y a mares de madrugada,
donde nos lleve ese cayuco que tengo por corazón
y cada amanecida regurgita el Atlántico.
Tú serás mi pecado,
yo la estatua de sal que sonríe al mirarla,
desplegaré mis alas para tus megapixels,
desnudo bajo la tempestad
de este baile de vísceras y antifaces.
Y después llévame a la Casa de los Instantes,
derretiré su nieve, extenderé los bálsamos
sobre tu sombra herida, yo cuidaré de ti,
hazle el amor al ángel que te hizo infinita,
te cantaré en árabe las nanas que las madres
susurran a sus hijos en Kabul y Faluya,
nadie me destiló el cielo como tú
sin apenas rozarme,
sólo los grandes poetas y viajeros del tiempo.
Estampida de estrellas, la siento sobre mi piel
más real que la Atlántida,
seis jornadas sonámbulas
en la más solitaria Biblioteca del Mundo;
quisiera entrar en ti como en una pradera de nubes y perdón.
Llueve copiosamente sobre la Tierra
y quiero hacerte la mujer más feliz de los cielos.
Me has regalado el arco iris
cuando el dolor ya me había cegado,
playa de invierno, amor de mis cuarenta,
jamás temblé así antes de conocerte.
Volemos, cariño, aunque sea un ratito o toda la eternidad,
amor sin humo de mis días de miel,
voy a dejarme vivir, reina de mis secretos.
Moumine
El poema pertenece al libro Demolición del Arco Iris