OSCURIDADES
Detestable sentir que me apabulla, ¡No lo quiero!,
pero persiste como una condena en mi alma, prisionera
en el socavón de la congoja.
Busca con desespero la luz, ¡Luz de vida! De un sentir
distinto… que me acaricie el sol, con su luz y su calor;
que me arrulle el viento, que me enmarañe el pelo, que se
me impregnen los aromas de primavera, que reverdezcan
las esperanzas de un mañana mejor.
¡Tengo tanto para sentir como fluye la vida…!
Extraje savia de ¡tantas cosas…! De esas miradas que
aman, que guardan amores profundos, de alegrías;
Caricias maternas llenas de ternura, compartidas en un
momento fragmentado del tiempo ya vivido.
Miradas de impotencia, de desdenes, de dolor…
miradas perturbadas de miedo en
la vagancia,
¡También de odios disfrazados!
Sonrisas de niños, ¡Dulces e inocentes! Sonrisas de
asombro con lo aprendido… risas de júbilo. Sonrisas
afectuosas, humildes, tímidas; sonrisas transformadas en
muecas de dolor, sonrisas de ancianos olvidadas en
un lugar… perdidos en este mundo, en la insensatez
del abandono.
¿Por qué me abruma este sentir?
¿Qué despierta esta tristeza?
Tan profunda e inexorable que carcome mis entrañas,
lacerando este corazón que ama tan profundamente la vida
misma, ¡La ingeniería perfecta de la creación!
Sin embargo, la ambigüedad de mis días me hastía, ¡Tanto!
Que deseo no haya tiempo ni espacio indicadores de lo
que debe “Ser” o “No”. Sólo necesito alimentar mi alma;
que el espirítu se eleve a donde quiera, que deambule,
que transite sin cadenas y me obligue abandonar la lasitud…
Esta oquedad se hace demasiado extensa, necesito llenarla
porque así,¡Me hace daño! Me lleva por caminos oscuros,
me sumerge en las tinieblas de lo prohibido; del antídoto suicida,
que libere mi alma de esta incertidumbre que la ahoga.
Sangran mis manos, uñas desgarradas que arañan la
negrura de mi sentir subterráneo, en esta batalla
inacabable por emerger hacia la claridad y volar…
con lucidez, liberada y feliz.
Irene Vergara