Fuimos hechos para conquistar el ambiente,
resolver problemas, alcanzar metas y no
hallamos real satisfacción o felicidad en la
vida sin obstáculos que vencer o metas que
alcanzar.
Siempre he enfrentado la vida de frente
porque no he tenido otra opción.
Recibí un temprano empujón cuando, a
la edad de ocho años, perdí a mi padre.
Desde entonces, mi vida ha sido una lucha.
Fui criado por mi madre, una viuda que no
tenía ni educación ni recursos financieros,
pero sí un gran corazón. Mi madre es una
mujer maravillosa. Me beneficié grandemente
por el pozo sin fondo de su sabiduría. Mamá
inspiró en mí sólidos valores morales y
espirituales y la virtud del trabajo duro.
Mi madre es la influencia más duradera y
profunda en mi vida. Ella vendió sus
propiedades para enviarnos a mí y a mi
hermano a la escuela. Sus metas eran sencillas;
quería que yo llegase a ser alguien, que llegase
a lugares que ella nunca se atrevió a soñar,
por lo que, cuando dejé la escuela secundaria
le prometí que haría de mi vida un milagro,
venciendo toda adversidad. Aquella
promesa ha sido mi motivación.
A los 10 años ya había adquirido el deseo
de superarme vendiendo agua helada y
galletas en las calles de Lagos para mantener
a mi madre. Lo mejor que me ocurrió fue
crecer, como dicen, "del otro lado de los
rieles", sin el privilegio de padres pudientes.
Todo lo que quise tuve que luchar para
obtenerlo. En vez de freno, esto fue una
genuina ventaja para mí.
Hoy, le agradezco a Dios que aquellos
tiempos sean ya historia. Pero hubo tiempos
en los que, como dice la canción, "estuve
tan abajo que cualquier cosa me parecía arriba".
En ningún punto de mi vida, abajo en el
valle o saboreando logros, llegué a pensar
que sería fácil. En vez de esperar que la
vida nos conceda un camino fácil, entremos
en el flujo de la vida y tomémosla como
se nos viene, comprendiendo que habrá
tiempos difíciles que probarán nuestra alma
y buenos que nos animarán.
En la vida necesitamos fe para enfrentar la
vida de frente. En vez de levantar la bandera
blanca de rendición, proyectar nuestra ira
o tomar la ruta de menor resistencia,
enfrentemos el desafío de frente con
nuestra fe en Dios.
Marcus Garvey dijo una vez: "Algunos de
nosotros parecemos aceptar la posición
fatalista, la actitud fatalista, que el Creador
nos concedió una cierta posición y condición
y por lo tanto no hay necesidad de intentar
de vivir de otra manera". Sus palabras
introdujeron un ensayo de los escritores
Dennis Kimbro y Napoleon Hill, quienes
escribieron sobre hombres negros que
enfrentaron desafíos en el libro
"El Hermano: La Odisea del Hombre Negro
en América - Una Antología".
"En la vida de todos llega un tiempo de
desafío -un tiempo cuando todos nuestros
recursos son probados. Un tiempo en que
la vida parece injusta. Un tiempo cuando
nuestra fe, nuestros valores, nuestra paciencia,
nuestra compasión y nuestra habilidad
de perseverar son estiradas al límite y más
allá. Algunos han utilizado tales pruebas
como una oportunidad para crecer; otros
se han volteado y permitido que estas
experiencias destruyan sus esperanzas".
La vida lanzará tantas cosas en nuestro
camino. Son hitos que le dan sentido a
nuestra travesía, eventos que no sólo
moldean nuestra vida sino la manera
en que la percibimos.
Hoy, el muchacho que luchaba en las
calles de Lagos y que apresuró el
lanzamiento de un álbum al intentar
hacerse de un nombre en el mundo del
espectáculo, ha llegado a ser un hombre
con los pies bien plantados en su sueño,
impulsado por la firme determinación de
una madre y su fe en Dios. Así que cuando
las cosas se pongan difíciles, cuando la
situación se vea incierta, no temamos.
Sigamos adelante. Aferrémonos a nuestra
fe con la animadora seguridad divina que
todo estará bien. Nos vemos pronto
en la cima.
Dayo Olomu, conferencista motivacional
y empresario de medios residente en Londres
Recordemos que nuestra vida está en las
manos de Dios y él trabaja cada instante
y en cada circunstancia que rodea nuestra
vida aunque no lo entendamos en
el momento.
Cuando José fue llevado a Egipto, Potifar,
un oficial egipcio de Faraón, capitán de la
guardia, lo compró a los ismaelitas que lo
habían llevado allá.
Y el Señor estaba con José, que llegó a ser
un hombre próspero, y estaba en la casa
de su amo el egipcio.
Y vio su amo que el Señor estaba con él
y que el Señor hacía prosperar en su mano
todo lo que él hacía.
Así encontró José gracia ante sus ojos y
llegó a ser su siervo personal, y lo hizo
mayordomo sobre su casa y entregó en su
mano todo lo que poseía.
Y sucedió que desde el tiempo que lo hizo
mayordomo sobre su casa y sobre todo lo
que poseía, el Señor bendijo la casa del egipcio
por causa de José; y la bendición del Señor
estaba sobre todo lo que poseía en la casa y
en el campo. Gen 39:1-5
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