SOY UN POBRE MENDIGO...
Soy un pobre mendigo: mis bienes terrenales consisten solamente en seis ruecas,
unos platos de hojalata, una jarra de leche de cabra, seis taparrabos y unas toallas
fabricadas en el ashram. Finalmente, mi reputación, que no vale gran cosa.
Mi obra estará completa si tengo éxito en llevarle la convicción a la familia humana,
de que cada hombre y mujer, por más frágil que sea su cuerpo, es el custodio de
su autorrespeto y su libertad, y que esta defensa prevalece, aunque
el mundo esté en contra del resistente individual.
En general, se supone que observar la ley de la verdad significa apenas que
debemos decir la verdad. No obstante, los que vivimos en el ashram debemos
entender el concepto satya o verdad en un sentido mucho más amplio.
Tiene que haber verdad en los pensamientos, verdad en la palabra,
y verdad en cada acción.
Sea cual fuere la dificultad con que tropecemos, cualquiera que sea nuestra
aparente derrota, no resulta posible renunciar a la búsqueda de la verdad,
ya que no es otra cosa que el mismísimo Dios.
Considero que la desobediencia civil es la forma más pura de agitación constitucional.
Por supuesto, se vuelve degradante y despreciable si su carácter
civil no violento es apenas un disfraz para otros fines.
LA DESOBEDIENCIA NO DEBE SER DESAFIANTE
Para ser civil, la desobediencia debe ser sincera, respetuosa, restringida; jamás desafiante.
Debe basarse en principios bien entendidos, no tiene que ser caprichosa y,
sobre todo, no debe fundarse en el resentimiento o las malas intenciones.
Nuestra lucha tiene como propósito la amistad con el mundo entero.
La no violencia ha alcanzado a los hombres, y permanecerá:
es la anunciadora de la paz en el mundo.
La resistencia indiscriminada a la autoridad conduce a la ilegalidad y a una
permisividad descontrolada y, consecuentemente, a la autodestrucción.
La espiritualidad no consiste en conocer las escrituras y trabarse en debates filosóficos:
es cultivar el corazón, es tener una fortaleza inconmensurable.
La intrepidez es el requisito inicial de la espiritualidad.
Los cobardes nunca son morales.
Del libro: "Reflexiones sobre la verdad Gandhi"
Mohanda K. Gandhi
Miguel Grinberg