Me regalaron un libro muy lindo de nombre
¿Qué demonios he venido a hacer en esta tierra?
de Ghislaine Saint-Pierre Lanctôt, muy interesante.
En su prólogo
aparece este cuento que hace reflexionar y pensar la situación actual.
Érase una vez un hermoso animal,
en realidad era un alma encarnada en una yegua alada.
Un ser corpóreo y espiritual, ligero como el aire, y más veloz que el viento.
Princesa desde el día de su nacimiento
y desbordante de creatividad, la llamaban ETERNIDAD.
Un día el hombre llegó, organizó la sociedad, jerarquizó,
alteró verdad y dignidad, dividió y venció, estableció la ley y se hizo rey.
Prohibió, a la vez, a lo largo del día galopar y volar con alegría.
Las alas de la yegua se atrofiaron.
Al no trotar, sus patas se acortaron.
También prohibió el trabajo independiente.
La yegua vio su pelo reluciente convertido en lana.
El amo la vendió de buena gana,
era un gran beneficio sin hacer ni un pequeño sacrificio.
Así dejó de ser la yegua alada, soberana,
dorada, y quedó convertida en un borrego, negro, con ojos pero casi ciego.
Y pactó sin honor y por necesidad un trueque:
dio su lana por seguridad.
Y así fue, tras el muro, se sentía seguro;
pasó el tiempo, la esquila se hizo más frecuente,
la comida escaseaba, se sentía indigente.
Y con gran desamparo
y amargura decidió acudir a Madre Natura y abrirle su corazón.
Ella le dio razón:
Acuérdate del tiempo sin tiempo, de eterna juventud,
cuando eras yegua alada, resuelta, liberada viviendo tu poder en plenitud.
Ahora recuerdo, dijo, y se lo agradeció.
Y al llegar al aprisco reunió a todos los borregos que encontró:
¡Emancipémonos!
¡Basta ya de dejarse esquilar sin rechistar para su solo beneficio!
Yo decido ejercer mi propio oficio.
Y así el borrego negro recorrió el mundo entero y su lana ofreció.
Caminaba entusiasta y sin cansarse y sus patas volvieron a alargarse.
Se atrevió a galopar y a saltar y sus alas volvieron a brotar.
Era la yegua alada, íntegra y realizada.
Los poetas recuperaron su inspiración, y los borregos, la creación
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