Llévala siempre puesta.
Vístela cada día y llévala bien ceñida a tu piel; y como buen constructor,
no esperes inútilmente –como el necio-
a que algo o alguien te la regale o te la preste.
Sería inútil porque algo tan personal e intransferible como la felicidad,
es un producto de producción propia.
Cada persona se fabrica a su medida su felicidad,
su dicha, su presente, su futuro y su destino.
Solemos decir:
“Esta o aquella persona me hace sufrir;
o este o aquel acontecimiento me hace desgraciado”,
cuando en realidad, lo correcto sería afirmar:
“Lo que hace o dice esa persona me hace sentir mal, me hace sufrir y soy yo,
únicamente yo,
con mi manera absolutamente subjetiva y personal de vivir las cosas como graves,
desgraciadas o traumáticas, quien me confecciono a cada instante,
una nueva prenda de sufrimiento a mi medida”.
No hay que darle más vueltas,
está en nuestras manos hacernos el traje de una vida de felicidad
y de ganas de vivir a nuestra medida con la tela del entusiasmo,
del optimismo,
del amor a la vida y de sentirnos a gusto con lo que somos y tenemos.
Pero si elegimos la tela del derrotismo,
del lamento y de la actitud mental negativa,
nosotros mismos nos estamos vistiendo del traje del pesimismo,
de la desgracia y del sufrimiento.
Felicidad es no necesitarla.
Como dijo Séneca:
“Porque la llevamos incorporada, vamos revestidos de ella
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