Se va de ti mi
cuerpo gota a gota.
Se va mi cara en un óleo sordo;
se van mis manos en
azogue suelto;
se van mis pies en dos tiempos de polvo.
¡Se te va todo, se
nos va todo!
Se va mi voz, que te
hacía campana
cerrada a cuanto no somos nosotros.
Se van mis gestos, que
se devanaban,
en lanzaderas, delante tus ojos.
Y se te va la mirada que
entrega,
cuando te mira, el enebro y el olmo.
Me voy de ti con tus
mismos alientos:
como humedad de tu cuerpo evaporo.
Me voy de ti con
vigilia y con sueño,
y en tu recuerdo más fiel ya me borro.
Y en tu
memoria me vuelvo como esos
que no nacieron ni en llanos ni en
sotos.
Sangre sería y me
fuese en las palmas
de tu labor y en tu boca de mosto.
Tu entraña fuese y
sería quemada
en marchas tuyas que nunca más oigo,
¡y en tu pasión que
retumba en la noche,
como demencia de mares solos!
¡Se nos va todo, se nos va todo!