Y aquella mariposa soñó con ser mujer,
y así poder tocar al hombre que amaba.
Decidió volar un poco más cerca, no se conformaba con ver de lejos a su amado; y olvidó sus propios límites.
Batió sus alas con fuerza, desplegando así todo su encanto.
Entonces él, amante de las cosas bellas, quiso poseerla para sí; extendió su mano, en un alarde de querer tocarla, hechizado ante su encanto...
y ella confiada se posó, enamorada. Perdió las escamas de sus alas entre sus manos y ya no pudo escapar.
El la llegó a amar y a admirarla todos los días, pero sus dedos quedaron impregnados de su polvillo mágico.
Ella mariposa dormida ,olvidó una regla importante y es que:
"Nunca una mariposa pudo volar
cerca del sol sin quemarse..."