Siempre va acompañada de una cierta forma de concentración.
Cuando queréis escuchar palabras o música,
vuestra atención se concentra en vuestros oídos.
Cuando queréis observar o leer, se concentra en vuestros ojos.
Cuando queréis correr, saltar o lanzar un objeto,
se concentra en vuestras piernas o en vuestros brazos.
Igual que en el momento de presentar batalla,
un general concentra los soldados
y los cañones en ciertos puntos estratégicos,
según la actividad que hayáis escogido realizar,
concentra tus fuerzas,
tus energías, tu atención en tal o cual parte del cuerpo.
Toda la naturaleza trabaja con la concentración:
concentración de los jugos,
de las sustancias, de los rayos, de las ondas...
La concentración es una acumulación de materiales, de energías,
en un espacio limitado; está destinada a formar,
a cristalizar un proyecto, un deseo.
Por eso, si queremos realizar un ideal divino,
debemos aprender a concentrar nuestra atención
y nuestros pensamientos en él.
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