Ya toda me entregué y dí, y de tal suerte he trocado, que mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado.
Cuando el dulce Cazador me tiró y dejó herida, en los brazos del amor mi alma quedó rendida; y, cobrando nueva vida, de tal manera he trocado, que mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado.
Hirióme con una flecha enherbolada de amor, y mi alma quedó hecha una con su Criador; Ya yo no quiero otro amor, pues a mi Dios me he entregado, y mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado.
Schez. de Cepeda Dávila y Ahumada. Santa Teresa de Jesús |
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