¿Te gusta ser una víctima?
Muchas veces somos lo que nuestra actitud demuestra. Si tenemos una actitud de triunfador, pues triunfadores seremos. Si tenemos una actitud de optimismo, pues optimistas seremos. Por otro lado, si tenemos una actitud de perdedor, pues perdedores seremos. Y si tenemos actitud de víctimas, pues víctimas seremos.
Yo por mi parte jugué el papel de víctima, luego de mi separación y divorcio, por unos cuantos meses largos. ¿Por qué? Quizás porque quería hacer que la gente se compadeciera de mi. Que sintieran y que dijeran, ¡pobre de él! ¿Cómo puede cargar esa pena que lleva encima? ¡Pobrecito!
Con el tiempo me di cuenta que mis amigos más cercanos (o quienes pensé que eran mis amigos) me evitaban. Claro, ¿quién quería escucharme llorar y repetir una vez más lo miserable en que se había convertido mi vida?
Y todo llegó al paroxismo cuando me encontré con una amiga de mis años de universidad, y que cuando degustando un café me preguntó por mi familia, le eché un cuento, digno de Corín Tellado o de Delia Fiallo, tan sentimental y melancólico, que rompió en llanto.
Allí empecé a darme cuenta que lo que estaba repartiéndole a la gente que me rodeaba (incluyendo a mis hijos) era tristeza, melancolía, depresión, pesimismo. Quería que se compadecieran de mi, y lo logré. Logré hacer de manera excelente el papel de víctima.
Hoy en día, me alegro de haberme dado cuenta de todo. Y es que quienes me conocen personalmente siempre me habían conocido por irradiar alegría. Era un optimista incorregible. Hasta que atravesé ese período oscuro de pesimismo y de depresión.
Ahora soy optimista de nuevo. No me gusta hacer el papel de víctima. Y donde voy, trato de repartir sonrisa y ánimo.
No se hagan el Calimero. No se hagan las víctimas. Luego de caer, levántense y sigan caminando con la frente en alto. Y sonrían, que a pesar de todo, la vida es bella…
Luis Castellanos
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