Cuanto más sensible se vuelve un ser,
más se expone a sufrir por todo lo que oye y escucha a su alrededor.
Pero ¿hay que volverse insensibles para no sufrir?
No.
Con semejante razonamiento,
rápidamente nos volveremos tan duros como una piedra.
No hay que tener miedo a sufrir,
incluso éste es un terreno en el que el sufrimiento
no debe tener tanta importancia.
Incluso si debemos sufrir,
es preferible aumentar la sensibilidad,
porque es el grado de sensibilidad el que determina la grandeza
y la elevación de un ser humano.
Sólo hay que evitar confundir sensibilidad con sensiblería.
Para la ciencia espiritual, ser sensible,
es ser capaz de abrirse cada vez más al esplendor
y a las riquezas del Cielo,
de captar las maravillas del mundo divino
hasta el punto de no afectarse tanto por la estupidez,
la vulgaridad y la maldad de los humanos.
Los grandes Maestros,
y por encima de ellos los Ángeles y los Arcángeles,
no sufren por la fealdad: no la ven.
Sólo ven la belleza y viven en una alegría permanente.
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