Estamos a ambos lados de la misma ventana
cuyo cristal opaco no nos permite vernos;
la mano sólo toca la superficie plana,
y no el suave contorno de los rasgos externos;
la palabra nos llega camuflada y lejana,
desnuda del hechizo de los acentos tiernos;
y sólo conseguimos derivar alegría
de los impulsos ciegos de nuestra fantasía.
Pero los sentimientos fluyen intensamente,
sin encontrar al paso ni zanjas ni barreras;
y aunque este amor resida tan lejano y ausente,
será en nuestro camino un oasis de palmeras,
con claros horizontes y un cielo transparente,
sin necias restricciones,
sin absurdas fronteras;
y el brillo de tus ojos formará una aureola,
testigo para el alma de que ya no estás sola.
Francisco Álvarez