Cada uno tiene una manera especial de enfrentar
la vida, de buscar la felicidad: unos se quejan de la vida,
otros agradecen a Dios; unos buscan la felicidad en el dinero, en el sexo, en los placeres y encuentran un mayor vacío dentro de sí; otros entienden que la felicidad es un estado del espíritu, es sentir la paz en el corazón, es la manera de enfrentar la vida dándole valor a aquello que realmente lo posee.
Mucha gente piensa que la felicidad está
en las cosas y después se queja del tedio y de las frustraciones.
¡Qué cosa! ¡Cómo se huye de la vida! Hay personas
que pasan por algún problema o sufren alguna desilusión
y se van a desahogar las tristezas en el alcoholismo,
en las drogas, en aventuras. Piensan que, actuando así,
van a olvidarlos. Y, además de no lograr nada, crean todavía
más de una situación difícil: corren el riesgo de volverse
dependientes de esos vicios, cuyas consecuencias
todos conocen. Tenemos que enfrentar la vida, enfrentarla
cueste lo que cueste; huir nunca fue y nunca será solución,
además de seguir ahí, el problema se agrava más todavía.
Tenemos la costumbre de buscar en los demás la causa
de nuestros fracasos, ¿será que realmente son los demás
los responsables por nuestros fracasos? Si usted se equivocó de profesión, de vocación, todavía es tiempo de cambiar, de arreglárselas, de intentar otro tipo de trabajo, de vida.
Usted puede recomenzar todo de la nada, si tiene coraje,
en poco tiempo verá su situación transformada.
¡Nunca es tarde para recomenzar una vida!