CARTA DE AMOR
Sabes lo que me cuesta escribirte. Nunca me fue fácil extraer palabra tras palabra para expresar mis sentimientos. Cultivé una piedra en el corazón para que nadie extrajera su jugo doloroso. Quiero y busco que mi sequedad se transforme en una sabana interminable y misteriosa, inescrutable, arenosa e infértil.
Fueron numerosos los sufrimientos que me transformaron en una página en blanco para defenderme de los rayos del sol, rechazando toda luz y no dejando que se escriba sobre ella ni una palabra, y menos todavía, una que se refiera al amor.
¿El amor? ¿Qué sabemos de él? Uno quisiera ser torpe y repetir con impunidad esa palabra, de la cual no conocemos ni remotamente el significado.
Se la ha nombrado letra por letra, sonido por sonido durante cientos de generaciones, pero no se ha develado su misterioso significado. No. Todavía malversamos su real contenido, su profundidad, su altura inenarrable.
El Amor es un misterio que se alcanza sólo a través de una revelación, que no estoy dispuesto a enfrentar. Entonces, siento que no podemos hablar del Amor, y para no internarnos en la oscuridad de ese bosque, para complacernos y satisfacer nuestra comunicación, diré sí, que te quiero.
Te quiero. Eso sí puedo decir con honestidad. Te deseo, porque como animal siento la necesidad de poseer, y entre todas las cosas, poseerte. Entonces sí, puedo repetir todas las veces: te quiero. Espero que no midas este sentimiento con tu vara sino con la mía, porque, como te quiero a ti, también quiero poseer el espacio, las constelaciones, el cielo y el infierno; la tesis y la antítesis, la mentira y la ominosa verdad desconocida, y también, la libertad. Y todo aquello que existe fuera de mí que jamás reverberará en mi conciencia y que ningún hombre podrá vislumbrar ni comprender.
Así es de pequeño y escaso mi modo de desear, pero no de Amar.
El Amor no es una virtud ni una conquista. Es un desprendimiento, y si yo amara, no te querría. No te desearía a ti, ni a cosa alguna. Sería la contemplación y lo contemplado que vive dentro de la colmena del cerebro, con los pensamientos y los silencios.
Tendría todo, absolutamente todo, y por ello no podría discernir sobre el valor del corpúsculo, o sea: esa parte tan fallida y pequeña como son tu cuerpo y el mío. Como no seríamos dos, no te querría. Seríamos uno, absolutamente irreconocibles, universales y eternos, desterrados del cuerpo y del tiempo.
Por eso, no puedo amar porque no se puede decir amar-nossin salirnos del universo del Amor, y porque todavía somos cosa simple, pequeña, humana, con temor a Dios, que para no sentirnos solos procreamos, gozamos y para no sufrir, peleamos por cada pedazo de tierra que pisamos, para defender cada suspiro que la ambición nos provoca.
Por eso te quiero, te deseo para instalarte en un castillo invulnerable, aún cuando sólo esté hablando de la conquista de la libertad de mi propia alma.
08/04/08
TAO