DAME.
Dame otra vez el paraíso,
donde pueda
reclinar mi cabeza,
donde pueda
tenderme
sobre perfumada hierba.
No soporto
tanta oscuridad,
tanta atmósfera insana,
tanto retiro
en laberinto de hierro.
Dame algo que sea como ayer,
aquel ayer que no lo valoraba,
cuando se me otorgaba
toda la belleza y el amor.
El sol ya va quemando,
la primavera avanza,
el calor
nos empieza a golpear.
Yo sigo buscando mi edén,
el de la normalidad,
esa que me había sido concedida...
Y que un día inesperado,
los hados me la usurparon.
Condenándome,
a una existencia extraña:
vivida bajo amenaza de muerte.
Isabel Grima Campoy