Aprendiendo a olvidarte
Cuando me dicen que tengo que olvidarte, es cuando más te recuerdo, y cuanto más me dicen que no me convienes, más quedo pensando en ti. Soy consciente de que es cierto: no me haces ningún bien, pero no puedo evitar quererte como te quiero. No puedo borrar de una pincelada todas las cosas que hemos pasado juntos, he leído revistas de autoayuda, médicos, y todo lo necesario para salir adelante y no podía, era como que me ponían cemento en los pies y no me podía mover. Aunque me tratabas como basura ahí seguía yo, esperando algún milagro que te hiciera cambiar.
Pasó el tiempo, seguí siendo la mujer que cumplía tus necesidades, la que siempre perdona, la que siempre espera a que vengas a verme, y así me fui perdiendo y aniquilando como persona, pues sólo miraba por ti y a través de ti. Sabía que estaba mal, que no me respetaba… pero estaba tan emocionalmente acabada que ya ni sabía lo que era el respeto propio. Yo era tu marioneta, aquella mujer a la que a veces le tocaba la suerte de que me vinieras a ver o recordases que existía, algo que ya era un hábito en mí, el llorar esperando que me llamaras o vinieras a casa.