Michael Jordan quizá no sea el mejor jugador de baloncesto que haya jugado, pero incontables críticos y admiradores así lo creen. Es difícil pensar que el defensor estrella de los Chicago Bulls no fuese nunca otra coas que una persona descollante. Y, sin embargo, a Jordan lo separaron de su equipo de baloncesto del colegio cuando estaba en el segundo año.
Dijo: El día de la lista de bajas, un amigo Leroy Smith, y yo nos dirigimos al gimnasio para mirar juntos. Si tu nombre estaba en la lista, eras del equipo. El nombre de Leroy estaba, el mío no. Pasé el día entero como entumecido. Después de clases, corrí a casa, cerré la puerta de mi habitación y lloré con fuerzas. Jordan no formaba parte del equipo, pero no se rindió.
Al final de la temporada regular, reunió todo su valor para preguntarle al entrenador si no podía ir en el autobús con el equipo hasta el torneo del distrito. El entrenador estuvo de acuerdo… pero solamente si jordán llevaba los uniformes de los jugadores. ¡Eso fue lo que hizo!
El verano siguiente Jordan practicó esforzadamente todos los días. El próximo año se integró al equipo de la universidad y fue a la Universidad e Carolina del Norte.
En su primer año como estudiante, su equipo ganó el campeonato de la NCAA y él se puso en marcha… un gran éxito.
Un hombre no está acabado cuando lo derrotan. Está acabado cuando se rinde.
Vía Renuevo de Plenitud