El pensamiento es como una semilla,
cada pensamiento produce su flor y su propio fruto.
Es decir, los pensamientos pueden ser
constructivos o destructivos,
amorosos o rencorosos,
de felicidad o depresivos.
Cuando somos capaces de entender y utilizar esta energía de la mente,
entonces la podemos canalizar para producir aquellos "frutos"
que nos proporcionan más felicidad y contentamiento.