Álvaro Uribe se equivocó de cabo a rabo. Con todo y su títere, Iván Duque, se metió a tomar partido públicamente entre Trump y Biden, sin observar la única precaución para estos casos: cuando los elefantes pelean el que sufre es el pasto.
Ahora le va a salir muy caro el terrorismo exprofeso que ejerció personalmente en Estados Unidos con el ánimo de causar espanto y despertar odio contra el hoy Presidente de los Estados Unidos de América, a quien incriminó como comunista, enemigo de ese país y agente de lo que él, en Titiribí, Sabaneta, Sinaloa, La Picota, Buenaventura, Valledupar y Envigado, llama “castro-chavismo”.
Con enfado, Joe Biden ya dio la primera noticia correspondiente: “Quien haya intervenido en la desinformación en las elecciones de EE.UU. enfrentará consecuencias”.
Horas antes, la asesora demócrata Michele Manatt anunció que el Congreso de Estados Unidos investigará la guerra sucia de desinformación con la que (bajo la batuta de Uribe, nacido de las entrañas del veterano cartel de la cocaína de Medellín), políticos, funcionarios públicos y traficantes cibernéticos de estiércol colombianos tomaron parte en el debate con acusaciones contra Biden y su compañera de fórmula, contrarias a la verdad y a la decencia.
Le va a quedar difícil a Uribe comprar, matar, desaparecer y aterrorizar testigos en Estados Unidos para defenderse así de lo que le sube pierna arriba. Por ahora, en lo que parece una película de El Gordo y el Flaco en cámara rápida y en blanco y negro, tiene a Duque, sudoroso, llamando a Biden por teléfono para felicitarlo por haber conseguido el triunfo que ellos intentaron dañarle deshonrándolo con maldad y vilezas, para lo cual usaron los recursos y el nombre de Colombia. Al cierre de esta columna, Duque había marcado cinco veces al teléfono de Biden y cinco veces Biden se había negado a atenderlo.
Por suerte para Uribe, los delitos de odio al más alto nivel que cometió contra el nuevo presidente fueron menos de los que quiso cometer, gracias a que, por otros delitos y razones, la Corte Suprema de Justicia de Colombia lo metió preso durante el transcurso de una parte de la campaña electoral norteamericana.
El embajador de Colombia en Washington, Pachito Santos (una suerte de cómico de la vieja y deplorable comedia mexicana “Viruta y Capulina”), utilizó su posición diplomática para hacer desvergonzadamente campaña en Estados Unidos con uno de los Díaz-Balart (seguidores de Trump), quienes son al estado de La Florida lo que los Char al albañal de Barranquilla, Colombia. Pachito, incluso, se reunió con Trump para ponerle al servicio de su campaña la criminalidad colombiana.
“Lo que sí sabemos es que el pasado 20 de julio [de 2020], el señor embajador Francisco Santos estuvo en una de esas reuniones de Colombia Habla, compatriotas residentes en la Florida convocada por el promotor de la campaña Trump en la Florida y líder de ‘Latinos for Trump, el señor Fabio Andrade. Una reunión en la que también estuvo presente el líder republicano de la campaña del presidente Trump, el ex congresista Lincoln Díaz-Balart. En ese evento, el embajador Santos le agradeció a los líderes republicanos su apoyo desde lo público y lo privado”, denunció el senador colombiano Iván Cepeda.
De ese tipo de eventos resultó que Trump comenzó, de repente, a utilizar el término “castro-chavismo”.
La senadora y oficinista de Uribe, María Fernanda Cabal, cumplió la orden de intervenir en la campaña electoral americana para acusar a la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris (primera mujer en llegar a ese cargo) de ser financista del anarquismo
María Elvira Salazar, por su parte, es una periodista en retiro de origen cubano, conocida en La Florida porque fue despedida de muchas estaciones de televisión latinas locales y barriales de ese estado. Como otros, sus ingresos dependen siempre de botar fuego contra las tiranías (sin duda narcotraficantes, a mi juicio) de Cuba y Venezuela. De lunes a viernes era frecuente en cualquiera de esas estaciones oír los gritos de su voz chillona contra todos aquellos a quienes ella, con o sin razón, estimara comunistas. En el desarrollo de esas funciones se hizo amante del hoy preso Vladimiro Montesinos, jefe de la guerra sucia del dictador peruano Alberto Fujimori.
A Montesinos también lo pretendía la peruana Laura Bozo, popular por el show en el que ventila las bajas pasiones y las miserias humanas encarnadas en sus invitados de los arrabales: arrebatos ensangrentados entre travestis; asaltantes callejeros que violaron a sus hijas; choferes del transporte público que hacen tríos de cama con animales y personas de su mismo sexo…
María Elvira Salazar y Laura Bozo, ambas para entonces de Telemundo, se trenzaron en una reyerta de los bajos fondos, motivada por 100 mil dólares: la primera chantajeaba a la segunda, de acuerdo con una grabación que se hizo pública.
Le dice María Elvira Salazar a la otra: “Me lo das [el dinero para Montesinos] o te doy una cuenta, o la abogada va a Miami…”.
Laura Bozo, le repone a la Salazar:
“Qué decepción, cada día me decepciona más. Pensé que había ayudado a una persona pero ahora veo que esto es una mafia”. Insiste en decir: "yo no tengo nada que darle". La historia está contada aquí por el diario ecuatoriano El Universo.
Con esos antecedentes, María Elvira Salazar se lanzó a la política y en las pasadas elecciones en La Florida ganó un escaño en la Cámara de Representantes por el partido Republicano. Uno de sus principales promotores fue quien entonces era senador en Colombia y jefe del actual presidente, Iván Duque: Álvaro Uribe Vélez,
Una vez ganó el escaño, la aguerrida ex amante de Montesinos agradeció, colmada de dicha, el patrocinio fundamental de Uribe: “Fue determinante. En el sur de la Florida el colombiano es uribista y yo soy uribista también, no tuve el privilegio de haber nacido en Colombia, pero los quiero como si fueran mi familia. Un agradecimiento inmenso para el presidente Uribe”, dijo. (VER AQUÍ).
En septiembre de 2020, cuando los vaticinios comenzaban a predecir que Trump saldría de la Casa Blanca, el enviado de Uribe, Fabio Andrade, se encaramó a la tarima republicana con el ánimo de ofrecer las mejores armas y venenos de la guerra sucia contra el fantasma del “castro-chavismo”. Desde entonces, el derrotado presidente y candidato comenzó a pronunciar con dificultad ese término, que creyó mágico para su reelección, a la postre frustrada.
Otro operario de la guerra sucia de Álvaro Uribe, el senador colombiano Santiago Valencia, anunció de manera pública durante la campaña americana que había elaborado unos “clips” difamatorios contra la causa de Biden, los que fueron utilizados para denigrarlo
El cuartel general de la guerra sucia de Uribe contra Biden funcionó en el restaurante colombiano Mondongos, situado en Doral y especializado en comida del departamento de Antioquia. Mondongo es el intestino de la panza de la res.
Resulta singular que las elecciones presidenciales de Estados Unidos no hubieran estado en peligro esta vez por las complejas maniobras cibernéticas y de espionaje de Rusia, sino por los halagos y las mentiras de un mayordomo de mala leche del tercer mundo que antaño fue promovido por el narcotraficante Pablo Escobar. Así como él promovió hoy a María Elvira Salazar.
Uribe es el peor daño colateral del narcotráfico causado a Estados Unidos.
El anuncio de Biden ya mencionado despierta una esperanza para la democracia y significa un respiro para Colombia: “Quien haya intervenido en la desinformación en las elecciones de EE.UU. enfrentará consecuencias”.
Fuente La Nueva Prensa