¡Mi joven soledad
en la noche entre inmóviles ramas!
¡El asombro de la noche sobre el río,
que de lleno la refleja;
y florecer de lilas, el pálido amor
de mis números primeros inexpertos,
con esa luz fabulosa de la luna en lo alto!
Y las sendas del parque en medio luto,
y, agrandada por el recuerdo ahora,
mucho más sólida y hermosa hoy,
la vieja casa, y la llama inmortal
de la lámpara de keroseno en la ventana;
y en el sueño los aledaños de la dicha,
una brisa lejana, un aéreo mensajero
penetrando densos bosques con el ruido en aumento,
inclinando una rama al fin:
cuanto parecía haberse llevado el tiempo,
te detienes sin embargo, y de nuevo brilla al través,
pues su párpado no estaba sellado,
y uno ya no puede apartarlo de ti.
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