Tyra Reeder es, como la define la periodista y autora Rachel Lehmann-Haupt en un amplio perfil sobre ella en Neo Life, una “fabricante de bebés profesional”. Donante de óvulos y gestante subrogada, ha dado a luz tres veces (a sus 37 años está embarazada por cuarta vez) y tiene conocimiento de la existencia de al menos 27 hijos nacidos de sus donaciones. Su historia y su testimonio son los de una mujer que dice sentir que “un gran propósito y que estoy ayudando a alguien”.
Eso fue lo que le dijo a su ahora marido, Tory, cuando contactó con él a través de una aplicación de citas en cuyo perfil había añadido la gestación subrogada como trabajo. Era su segundo embarazo subrogado y el tercero en su vida, ya que con 17 años se quedó embarazada. Al bebé lo dio en adopción a una pareja que conocía y que no podía tener hijos biológicos. En el momento en el que se publicó el reportaje con su historia estaba embarazada de nuevo para la misma pareja que cuando conoció a su marido. Dará a luz en octubre y está encantada con la idea de que la niña que gestó hace algo más de dos años vaya a tener un hermano con su ayuda.
Sin embargo, reconoce que está casada y que este será su último trabajo. De su experiencia habla maravillas y se muestra satisfecha de su trayectoria. Aunque reconoce que nunca se ha sentido explotada por las familias, sí que ha comentado que este último embarazo lo ha llevado a cabo sin la mediación de la agencia con la que había trabajado hasta ahora y lo ha hecho directamente con un abogado como intermediario.
“Hice 14 donaciones de óvulos a través de la agencia y dos subrogaciones, y tuve un límite moral porque me pidieron que hiciera el segundo bebé cuatro días después del último”, dice. Tampoco le gustó cuánto se cobró a los padres y lo poco que hicieron por ella durante el proceso. “Todo lo que la mujer que dirigía la agencia hizo por mí fue reservarme un par de billetes de avión y, de vez en cuando, preguntarme cómo estaba”. Eso y regalarla un bolso que ni siquiera ha usado ni le pareció apropiado. De ahí que para su última vez haya cambiado la forma de relacionarse con la familia a la que, por otra parte, ya conocía.
Haciendo balance de su ‘carrera’ como “fabricante de bebés profesional” asegura estar “feliz” de que se acerque el final al tiempo que valora estos años “lo más gratificante que he hecho en mi vida, pero también lo más difícil”.
Originaria de una zona rural de Idaho, esta madre biológica de 28 niños y gestante subrogada de tres, mantiene el contacto con algunos de los bebés que nacieron a través de la donación de sus óvulos. En veinte años, hasta 14 veces. Conductora de maquinaria pesada de profesión, cuenta que con algunas familias mantiene contacto y le cuentan y envían fotos de cómo crecen los niños. Le ha ocurrido con una pareja de mujeres que tuvo gemelos y también con otra familia que reside en Italia.
Al hijo biológico que tuvo con 17 años y que adoptó de manera legal una familia conocida lo sigue viendo y lo visita varias veces al año. Sin embargo, según señala Lehmann-Haup en su reportaje, no está interesada en la responsabilidad que implica tener un bebé más allá de gestarlo y dar a luz. Por el anterior trabajo con la pareja para la que vuelve a estar embarazada cobró 50.000 dólares (42.512,75 dólares) más ropa premamá y dinero para comprar comida. El dinero que saca con este segundo trabajo alquilando su vientre lo invierte en viajar a lugares como el sudeste asiático y Zanzíbar, por ejemplo. A Zanzíbar fue con Tory, que estuvo presente en el anterior parte, cuando ya eran pareja.
En cuanto a la donación de óvulos, le puso fin antes. Calcula que ha donado cientos y que le pagaron unos 8.000 dólares (6.802 euros) por cada ciclo. De esas donaciones sabe que han nacido al menos 27 niños por fecundación in vitro y, cuenta quien firma su perfil, que “le encanta que su ADN sea parte de tantos árboles genealógicos diferentes”.
Si le preguntan por qué lo hace, “diría que es 50% comercial, 50% tiene un propósito”. Cuando era joven pensaba en que podría ser atleta profesional. Luego comenzó a trabajar pronto, pero reconoce que nunca encontró su lugar. Quizá, este sea, apunta y se pregunta al mismo tiempo, “procrear para otros, ¿verdad? ”.