Siento compasión cuando reconozco que todas las personas son hijos amados de Dios que merecen ser tratados con humanidad y respeto. Hago lo que me corresponde respondiendo a cada persona con comprensión y compasión. Mas, a veces, parece que eso no es suficiente cuando las necesidades de la gente son muy grandes.
Si me siento abrumado, brindo compasión a quienes necesiten de mi ayuda, y a los que como yo, son llamados a servir. Hoy ofrezco apoyo y bondad a los demás. Bendigo su trabajo, enviándoles ondas de aprecio y oraciones de fortaleza. Afirmo que ellos cuentan con el apoyo emocional y material requeridos para servir a quienes los necesitan.