Como una ala negra tendí mis cabellos sobre tus rodillas. Cerrando los ojos su olor aspiraste, dicendome luego: -¿Duermes sobre piedras cubiertas de musgos? ¿Con ramas de sauces te atas las trenzas? ¿ Tu almohada es de trébol? ¿Las tienes tan negras porque acaso en ella exprimiste un zumo retinto y espeso de moras silvestres? ¡Qué fresca y extraña fragancia te envuelve! Hueles a arroyuelos, a tierra y a selvas. ¿Que perfume usas? Y riendo te dije: -¡Nintuno, ninguno! Te amo y soy joven, huelo a primavera. Este olor que sientes es de carne firme, de mejillas claras y de sangre nueva. ¡Te quiero y soy joven, por eso es que tengo las mismas fragancias de la primavera!