No te inquietes por las dificultades de la vida,
por sus altibajos, por sus decepciones, por su porvenir más o menos sombrío.
Quieres tú, lo que Dios quiere? Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades
el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo, acepta los designios de Su providencia.
Poco importa que te consideres un fracasado, si Dios te considera plenamente realizado a su gusto.
Piérdete confiado, ciegamente en ese Dios que te quiere para Sí,
y que llegará a ti, aunque no lo veas.
Piensa que estás en sus manos, tanto más fuertemente agarrado, cuánto más decaído
y triste te sientas.
Vive feliz, vive en paz, que nada te altere, que nada sea capaz de quitarte tu paz,
ni la fatiga, ni tus fallos.
Haz que brote y conserva siempre sobre tu rostro, una dulce sonrisa, reflejo de la que
el Señor, continuamente te dirige. Y en el fondo de tu
alma coloca, antes que nada, todo aquello que te llene de la paz de Dios.