Aun cuando el día esté nublado o lluvioso, la luz divina resplandece todo el tiempo por medio de mí como el sol. El dirigirme a mi interior me pone en contacto con mi esencia divina. Tomo conciencia de todo el resplandor que proviene de mi interior. Siempre existe abundancia de luz irradiando en mi corazón y mente. La luz de mi ser disipa toda sombra.
Mi alma rebosa de luz. Yo soy un canal por medio del cual Dios se expresa. Existen tanto gozo y calidez en mí que tengo que compartirlos en mis interacciones. Mi perspectiva refulgente es contagiosa. Eleva a las personas a mi alrededor y las pone en contacto con su propia luz. También son motivadas a compartir la luz en ellas. La luz divina exuda de mí para alumbrar el mundo.