El perdón es un regalo que me doy. Cargar el equipaje emocional de las ofensas percibidas que otros me puedan haber causado, sólo sirve para hacerme sentir más abatido. No tengo que incluir a esas personas en mi experiencia presente si no es saludable para mí el hacerlo. Aferrarme a las heridas las mantiene abiertas y evita que sanen.
Así que reexamino todo aquello a lo cual me aferro, confiando en lo divino según exploro sentimientos de temor o dolor. Cuando hago las paces con mis sentimientos, su atadura en mi corazón cesa, y estoy receptivo a actividades nuevas y más afables en mi vida. Sólo yo soy responsable por el poder que permito que las acciones de otros tengan sobre mí. Por lo tanto, me doy el regalo del perdón.
Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.—Mateo 6:12