Un espejo en la sombra
suele aguardar un repentino advenimiento.
Pero a veces se pierden
el aliento y el color de los ojos
y la costumbre de mover las manos,
y entonces no sabemos qué es aguardar siquiera.
Sucede cuando no estamos seguros
de ser el reflejado por los escaparates;
cuando giramos la cabeza
hacia quien no nos ha llamado y sonreímos.
Sólo aquello que amamos nos distingue
en medio de la noche.
Es amar y tender las manos
lo único que, por tanto, puede hacerse.
Suele ocurrir en mayo o junio,
cuando el sol va muy alto
y buscamos con ansiedad entre los árboles
sin saber con certeza qué,
y nos inquietamos diciendo «cuánto tarda»
sin habernos citado antes con nadie.
Sólo aquello que amamos
es capaz de decirnos quiénes somos.
Suele ocurrir en mayo o junio,
y hay quien se enamora de sólo una palabra
y quien se enamora de unos labios cerrados.
Pero es preciso andar sin preguntar adónde
hasta sentir la voz que llama desde lejos,
y que repite un nombre que ignorábamos,
y ese nombre es el nuestro,
y es a nosotros a quien llama.
Antonio Gala.
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