Cuanto más rápido iba, más suave se hacía el vuelo.
Repentinamente, el indicador de Mach comenzó a oscilar.
Subió hasta 0.965 y luego saltó en la escala.
¡Creí que estaba viendo visiones!
Estaba volando a velocidad supersónica y el vuelo era tan suave como el
trasero de un bebé: mi abuela hubiese podido ir sentada allá atrás,
sorbiendo una limonada…
Yo estaba estupefacto.
Después de tanta ansiedad y de tantas prevenciones, romper la barrera del
sonido, lo desconocido, era sólo una incursión a través de una especie de
gelatina espacial, como circular en una autopista perfectamente pavimentada.
Más tarde comprendí que esa misión había terminado en una decepción, porque
la verdadera barrera no estaba en el cielo, sino en nuestros conocimientos
y en nuestras experiencias acerca del vuelo supersónico”.
La humanidad ya ha “roto” la barrera del sonido, pero enfrenta todavía un
obstáculo que muchos consideran más difícil de superar: ¿La velocidad de la
luz? NO!: “La barrera del humano”.
En la actualidad, romper la “barrera humana” o status-quo es, para muchos,
tan difícil como lo era hace cuatro décadas romper la “barrera del sonido”
para los ingenieros aeronáuticos.
Muchas personas necesitan dar un salto cuantitativo en sus vidas y hacer un
saludable cambio en sus hábitos, una modificación importante en sus
directrices.
Para lograr romper con los viejos hábitos y elaborar otros nuevos, se debe
aprender -al igual que en la aviación- a manejar las fuerzas restrictivas y
a aprovechar las fuerzas impulsoras.
Superar la inercia del pasado depende, en gran medida, de disponer de una
clara identidad y un sólido fin.
De saber quién es usted y qué es lo que quiere llevar a cabo.
(Tomado de Palabras Para El Alma)
Texto
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