Hay un niño dentro de tu corazón,
un niño feliz, travieso y juguetón.
Un niño que no conoce
ni egoísmo, ni maldad, ni traición,
ni vicio, ni poder, ni maledicencia,
que no conoce las miserias del alma.
Que no ha sufrido el dolor
de una pérdida, de un engaño,
de un desamor.
Un niño de rodillas lastimadas
por trepar un árbol o saltar un cerco.
No por arrastrarse en la vida
pidiendo clemencia o perdón.
Y cuando quieres liberarlo,
quitarle las mordazas de la razón
te llaman "pueril" o "inmaduro"
y vuelves a esconderlo en tu corazón.
Deja fluir a ese niño por un rato nada más...
Vive otra vez
en la pureza de la inmaculada
ingenuidad de aquel niño
que en ti, como en mí, morirá.
D.A.
|