Hoy recuerdo mi niñez, a mis amigos, mis maestros,
no necesitaba de más libertad pues la tenía, tampoco necesitaba mentir,
mis padres eran excelentes amigos
a los que les podía confiar el más mínimo detalle,
sin embargo voy creciendo y veo a mucha gente con tremendas fachadas
en su personalidad que le impide tener una vida sencilla,
plena de alegría, de frescura, de amor,
de entrega y de un deseo inmenso de servir a los demás para vivir siempre.
Así, pasa en muchos matrimonios, adornan su "felicidad"
con una tremenda fachada para dar la impresión
de que todo marcha muy bien,
y uno se pregunta
¿a quién engañan?,
sencillamente a nadie,
los engañados son los que se disfrazan
por el día para ocultar lo que sucede de noche.
He tratado de vivir sin mascaras ni fachadas
y he logrado ser feliz,
enfrento las peores situaciones
con una confianza plena en mi Padre, bueno,
solicitándole que me haga sencillo y honesto.
Sencillo para compartir con los demás
y honesto para sentirlos de igual a igual. Cuando se actúa así las fachadas sobran,
y la gente no se fijará en nuestra belleza física,
sino en la dulzura de nuestro corazón.
D/A
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