Era un profesor comprometido y estricto,
conocido también por sus alumnos como un hombre justo y comprensivo.
Al terminar la clase ese día de verano,
mientras el maestro organizaba algunos documentos encima de su escritorio,
se le acercó uno de sus alumnos, y en forma desafiante le dijo:
Profesor, lo que me alegra de haber terminado la clase,
es que no tendré que escuchar más sus tonterías,
y podré descansar de verle esa cara aburrida.
El alumno estaba erguido, con semblante arrogante,
en espera de que el maestro reaccionara ofendido y descontrolado.
El profesor miró al alumno por un instante, y en forma muy tranquila le preguntó:
- Cuando alguien te ofrece algo que no quieres,
¿lo recibes ¿
El alumno se quedó desconcertado por la calidez de la sorpresiva pregunta.
-Por supuesto que no- contestó el muchacho, en un tono despectivo.
-Bueno, prosiguió el profesor- cuando alguien intenta ofenderme,
o me dice algo desagradable, me está ofreciendo algo, en este caso,
una emoción de rabia y rencor, que puedo decidir no aceptar.
-No entiendo a qué se refiere- dijo el alumno muy confundido.
-Muy sencillo,- replicó el profesor -tú me estás ofreciendo rabia y desprecio,
y si yo me siento ofendido o me pongo furioso, estaré aceptando tu regalo y yo,
mi amigo, en verdad, prefiero regalarme mi propia serenidad.
Muchacho,- concluyó el profesor en tono gentil- tu rabia pasará,
pero no trates de dejarlo conmigo, porque no me interesa.
Yo no puedo controlar lo que tú llevas en el corazón,
pero de mi depende lo que yo cargue en el mío.
Cada día, en todo momento,
tú puedes escoger que emociones o sentimientos quieres poner en tu corazón,
y lo que elijas lo tendrás hasta que decidas cambiarlo.
Es tan grande la libertad que nos da la vida,
que hasta tenemos la opción de amargarnos o ser felices.
Autor desconocido.
Diseños Andrómeda_Adara - All rigths reserved |