Cada 6 de enero, en Ciudad del Vaticano (Roma, Italia) y en muchísimas otras partes del mundo, se celebra la Solemnidad de la Epifanía del Señor.
En esta recordamos la “manifestación”
del Mesías esperado a todos los pueblos de la humanidad, representados en los sabios de Oriente que llegaron a Belén para adorarlo.
El término “epifanía” es la transliteración del griego επιφάνεια, cuyo significado es precisamente “manifestación”, “darse a conocer”.
Donde la Epifanía no se celebra el día 6 de enero, esta solemnidad suele trasladarse al domingo siguiente.
Por otro lado, en muchos lugares, la celebración de la Epifanía es el día por excelencia en el que se intercambian regalos,
a diferencia de aquellos donde se prefiere practicar dicha costumbre en Nochebuena o en la mañana del 25 de diciembre.
Reyes Magos
El Evangelio nos presenta a unos personajes conocidos como los ‘Reyes Magos’,
también llamados ‘sabios’, quienes dejaron atrás su tierra de origen y su cultura
para salir al encuentro de Aquel del que hablaban las profecías:
un rey que habría de salvar al mundo y que gobernaría con justicia, devolviendo la esperanza a la humanidad.
Dice la Escritura: «Unos Magos que venían de Oriente llegaron a Jerusalén preguntando:
“¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido?”
Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo» (Mt 2, 1-2).
Desde antiguo existe la convicción de que los Reyes Magos fueron tres y que sus nombres eran
Melchor, Gaspar y Baltasar.
Esta tradición goza de mucha fuerza, en parte gracias a un famoso mosaico hallado en Rávena (Italia) que data del siglo VI d. C.
En este aparecen grabados, con toda claridad, los tres nombres mencionados.
Regalos a Jesús
El relato bíblico prosigue afirmando que los Magos encontraron al Mesías acostado en un humilde pesebre,
a lado de María, su madre, y de San José, su padre adoptivo.
Entonces, los sabios se hincaron frente al recién nacido y presentaron sus regalos:
oro, por su realeza;
incienso, por su divinidad;
y
mirra, por su humanidad.
La hermosa costumbre de intercambiar regalos en Navidad está conectada con la presencia de los Reyes Magos en el pesebre,
al que llegaron siguiendo una estrella,
cuyo destello alumbraba el humilde lugar donde Dios había nacido.
Jesús es el sentido último de cualquier obsequio de Navidad y,
por lo tanto, debe ser expresión de amor y de la alegría compartida.
Dios mismo se ha hecho don por cada uno de nosotros, para que tengamos vida y permanezcamos unidos en Él.
Sigamos el ejemplo de los Reyes Magos y
¡hagámosle un regalo a Jesús!
Empecemos por regalarle nuestro corazón y hagamos promesas de conversión para el año que empieza:
algo que nos haga mejores personas, más santos.